Douglas Richmond
Museo Soumaya.Fundación Carlos Slim
Con su célebre minuciosidad, Venustiano Carranza realizó entre bastidores los preparativos para el Congreso Constituyente. Después de abogar por la promulgación de una nueva constitución en discursos y decretos, solicitó a Félix Palavicini que emprendiera una campaña de prensa para despertar el interés en la junta que se avecinaba. El ejército se opuso a la idea de las elecciones porque sus jefes prefirieron tomar las decisiones a puerta cerrada con el mandatario. Sin embargo, éste programó los comicios para septiembre de 1916, y así los votantes pudieron decidir qué diputados constituyentes tendrían el honor de participar. Las elecciones dejaban fuera a los opositores del régimen, pero permitían la entrada a un grupo que integraría las asambleas. El coahuilense ejerció considerable presión –a menudo por medio de modernas llamadas telefónicas– para que los funcionarios locales llevaran a cabo las reuniones con la mayor cantidad de participantes populares. Los clubes políticos regionales desempeñaron un papel fundamental para determinar quiénes serían los candidatos. Entre grandes expectativas de cambio se realizó una serie de votaciones sorprendentemente libres.
A primera vista, la Constitución de 1917 parecía adaptarse a los deseos de Carranza. Sus primeros decretos habían hecho que la Carta Magna de 1857 se tomara por poco viable y anticuada. El borrador que presentó a los delegados contenía sus metas políticas: en. La mayoría de estos puntos tuvieron el apoyo general y los delegados adoptaron ochenta por ciento de las proposiciones del mandatario.
Sin embargo, las reformas socioeconómicas eran demasiado moderadas y no suficientemente claras para la mayoría. Carranza y sus partidarios consideraban que estos asuntos en realidad debían ser resueltos por el congreso. A pesar de éste, la mayoría de los delegados insistieron en que las demandas radicales se detallaran en la nueva carta. Así, se apoderaron del control de las asambleas y pusieron en vigor reformas que servirían como los ideales nacionalistas que dieron lugar al Estado nacional moderno. El artículo tercero prohibía la educación religiosa en las escuelas primarias y secularizaba la enseñanza, mientras que el 123 proclamaba avanzadas cláusulas laborales. La sección más importante la contenía el artículo 27, que consagraba la reforma agraria y hacía hincapié en el control del gobierno nacional sobre los recursos naturales.
La posición de Carranza era, con todo, flexible. No puede decirse que la redacción de este documento fuera un asunto de poca importancia para un legalista como él. Cuando presentó su borrador, abogó porque el artículo 33 fuera enmendado a fin de reducir la propiedad extranjera de los bienes económicos. Los derechos de los trabajadores, prometió, quedarían garantizados por sus modificaciones de los artículos 5 y 72. Debido a que sus primeros decretos habían otorgado al gobierno un papel primordial en los asuntos laborales, don Venustiano supuso que esta autoridad protegería suficientemente a los obreros. Igualmente previó que no era muy necesario escribir minuciosamente sus proposiciones de reforma agraria, porque su Ley del 6 de enero de 1915 era la regla. Carranza también pensó que las expropiaciones de tierras se podían realizar con énfasis en la doctrina de utilidad pública del artículo 27. Ante todo, mantuvo las cláusulas que garantizaban un gobierno activo que permitiera al ejecutivo poner en vigor las reformas y controlar las relaciones con la Iglesia. Aunque con frecuencia se le califica erróneamente de liberal, criticó la Constitución de 1857 precisamente por ese carácter y por no garantizar el bienestar común.
Después de que los radicales tomaron el control, el Primer Jefe decidió prudentemente no interferir en la formación más avanzada del nuevo documento. Momentáneamente asombrado por la fuerza de los radicales, observó muy atento y en silencio los procedimientos, y su determinación de no imponer sus ideas al congreso impresionó a la mayoría de los diputados.
Sus partidarios más eficaces mantuvieron la unidad y llevaron a cabo un trabajo fundamental. Pastor Rouaix, por ejemplo, trabajó en los comicios de mayor envergadura que redactaron los artículos 5, 57 y 123. El interés de Rouaix por el desarrollo nacional se impuso sobre los intereses moralistas y anticlericales de los jacobinos. La posición pro laboral de Cándido Aguilar también contribuyó al atractivo de las ideas de Carranza. Dio gracias a los delegados por aceptar la mayoría de sus propuestas y entre un gran entusiasmo, el 5 de febrero de 1917, juró obedecer a la nueva constitución.