Centro Cultural Prohispen
La humanidad soñó con volar cuando dirigió sus ojos a las alturas y contempló con admiración y envidia el vuelo de las aves, y quiso ponerse alas para volar, siendo esto motivo de fracasos por algo que por sencillo no habían descubierto:
que no solo era aprender a subir, sino también saber cómo bajar
Raúl Rosado Espínola
Uno de los valiosos fondos documentales que resguarda el Patronato Pro Historia Peninsular de Yucatán A. C. es el denominado “Historia de la Aviación en Yucatán”, donde se puede apreciar un cúmulo de información –tanto en forma gráfica como en texto– que el señor Raúl Rosado Espínola acopió durante su paso por el radar del Aeropuerto Internacional de Mérida. El acervo consta de 317 imágenes en formato pequeño y 42 en formato «11 x 14», numerosos artículos periodísticos, manuscritos y libros, que conforman una visión rica y compleja del deseo del hombre por volar.
Al presenciar don Raúl Rosado Espínola el inicio y la construcción de los aeropuertos de la capital yucateca, al tiempo que sentía una enorme pasión por la aeronáutica, se dedicó a recopilar toda clase de información que hoy nos cuenta la historia local del inicio de la aviación.
El sueño de volar se materializó en Yucatán a partir de 1910, en una botica del suburbio de Santa Ana de la Ciudad de Mérida (1), en donde el doctor Francisco Montalvo Castro y el farmacéutico Gustavo Castaldi Beltrán iniciaron, con sus papeles de cálculo y planos de proyectos, el diseño 5 aparatos, de los cuales no funcionaron los dos primeros. El tercero, que fue biplano, levantó vuelo el 19 de febrero de 1911 en el Paseo Montejo. El audaz piloto fue el mismo Castaldi, quien dijo creerse “hombre pájaro”, hasta que le faltó nivelación y cayó, resultando una de las alas del aparato destruidas. El cuarto de los biplanos fue el modelo “Farman”, construido con fuselaje de madera fuerte de Jabín, hélice de madera de bojón, y el motor viejo de un automóvil Ford; fue llevado a Puerto Progreso donde intentó volar sin conseguirlo (2). Montalvo, quien no se deba por vencido, construyó el “Albatros” en 1920, avión que ofreció los mismos resultados y acabó sus días en las bodegas del cine Montejo, en el parque de Santa Ana, y que sirvió para anunciar la película de aviación en 1928. Fue gracias al general Salvador Alvarado, quien comenzó su campaña en Yucatán con la venida de una flotilla de aviones monomotores comprados en New York, que por primera vez un aeroplano surcó el cielo meridiano.
Otro de los inventos locales fue el avión construido en los años 20 por Delio Alonso, que se hizo con los planos de la fábrica Lincoln de Nebraska, EE.UU., para construir un Fairchild de cabina cerrada que fue fotografiado tras sobrevolar el antiguo campo municipal de El Fénix (3).
Y es en esta década de los años 20 cuando hace sus primeras apariciones el llamado loco del aire, Alonso Garibaldi Baqueiro, intrépido piloto yucateco (4), cuyos restos descansan en el Cementerio General de la ciudad de Mérida. Conocido por sus temerosas proezas, entre las que se encuentran el “Paseo de la muerte” (es decir, el paso de un ala a otra del avión) o cruzar la ciudad de Mérida con un litro de gasolina en el tanque, y otras que realizó sin avión, como los intentos de hombre mosca que realizó al escalar el cine Rialto y Gran Hotel en la Havana, y más tarde la Catedral de Mérida en 1934. La suerte que le acompañaba en sus proezas le abandonó el 7 de septiembre de 1935, cuando falleció al probar un avión que se utilizaría al día siguiente en otra exhibición aérea (5).
Estos y otros episodios referentes a la historia de la aviación atesora el Archivo del Centro Cultural Prohispen que, localizado en la Ciudad de Mérida, está al servicio de los investigadores y puede consultarse de lunes a viernes, de 8.30 a 14 horas. [email protected]