Por Francisco Javier Acosta Martínez
De acuerdo con los registros que se tienen, hay judíos en Cuba desde 1898. Los primeros fueron de origen hispánico y se dedicaban al comercio. Poco después, a inicios del siglo XX, un grupo de judíos salió de Estados Unidos hacia la isla con el propósito de impulsar su economía a través del comercio marítimo; y más tarde, su número aumentó debido a la Revolución de los jóvenes turcos, la Guerra de los Balcanes y finalmente, la Primera Guerra Mundial.
En la década de 1920, el flujo de migrantes judíos aumentó significativamente como consecuencia de la crisis de la posguerra y la poca actividad comercial de los judíos que se encontraban en Estados Unidos. La afluencia creció todavía más en los años posteriores debido a la persecución nazi y el antisemitismo en Europa, en buena medida porque muchos judíos intentaban llegar a los Estados Unidos vía la isla, pero algunos de ellos decidían quedarse.
Como testimonio de su estancia en Cuba, la comunidad judía fundó en 1932 un periódico, el Habaner Lebn o Vida Habanera, que divulgaba las actividades comunitarias dentro de la isla y buscó unificar a todas las personas judías que se encontraban en la Habana.
De acuerdo con la dirección del periódico, la intención de unificar y alimentar el alma “[…] ha servido de vehículo para mantener en contacto a todos los hebreos de Cuba, inclusive con aquellos que viven en los lugares más apartados del interior de la isla, alimentando el espíritu hebraico con la información de nuestros problemas y nuestros ideales […]”, como se consigna en el artículo “Las bodas de plata de Vida Habanera”, firmado por Ida Glézer de Castiel. De este modo, siempre se tuvo como primera necesidad la conservación de la identidad judía a través del idish y el castellano.
Por otra parte, los números de Vida Habanera ofrecen un panorama de la industria textil en Cuba, ya que la publicación contaba con una serie de anuncios de diferentes talleres o industrias.
La situación de los judíos de Cuba, según la describe Maritza Corrales Capestany en su ensayo “Comportamiento económico y espacial de los comercios e industrias judíos en La Habana: 1902-1959” (que aparece en el libro Encuentro y Alteridad. Vida y cultura judía en América Latina, publicado por el Fondo de Cultura Económica), se puede resumir de la siguiente manera: “El barrio de los judíos o de los polacos, el Habana Vieja, reproducía hasta cierto punto la segregación especial de sus lugares de origen, con sus pensiones, sus bodegas, sus cafés, sus carnicerías Kosher… todo imbricado en una trama compacta que ocupaba un espacio de seis manzanas, enmarcado por tres calles principales que llevaban los inapropiados nombres de Santa Clara, San Ignacio e Inquisidor”. Los judíos que se encontraban en aquellos lugares primero trabajaron de vendedores ambulantes y posteriormente adquirieron paulatinamente máquinas y talleres hasta llegar a industrias, lo cual habla de su progreso económico.
El Centro de Documentación e Investigación Judío de México cuenta con el almanaque de Vida Habanera, el cual proporciona información de la comunidad judía de Cuba así como la industria judía que se encontraba en aquel país.