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Postales del amor

Laura Gutiérrez | Archivo para la Memoria, Ibero Saltillo

Se trata de un conjunto de tarjetas postales asociadas con el tema del amor. El material se encuentra en el Archivo para la Memoria, en un álbum del fondo Vázquez Romero, con la clasificación MX, COAH, UIAS, AM, F. Vázquez Romero, c 1, a 1. Contiene 32 postales; de ellas, 22 corresponden con el intercambio de misivas entre los novios, luego esposos, Maurilio P. Náñez y Sara Mora Guevara. Estas tarjetas postales abarcan de 1907 a 1918.
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El autor de la mayoría de las tarjetas es Maurilio P. Náñez García y unas pocas corresponden a su novia, Sara Mora Guevara. Ella nació en Monclova, Coahuila, en 1891; por las tarjetas postales sabemos que su vida se desplazaba entre Allende y Zaragoza, Coahuila, poblaciones de entre 2 mil y 3 mil habitantes; ya casada con él, vivió en Saltillo. Por su parte, Maurilio nació el 12 de octubre de 1888 en San Buenaventura, Coahuila, una comunidad que rondaba los cuatro mil habitantes en aquellos años. Hizo sus primeros estudios en ese lugar y su carrera profesional como maestro en la Escuela Normal de Coahuila, Saltillo, en la capital del Estado.

Las tarjetas postales son huellas impresas en dos lenguajes: imagen y texto. Ambos trabajan en conjunto y ofrecen un mensaje abierto y de libre interpretación para la madre, la hermana, el amigo, los vecinos, incluso para el cartero, mientras que su sentido solo lo conocen el remitente y el destinatario.

El boom de las tarjetas postales en las últimas décadas del siglo XIX y las que inauguran el XX, concurre con la época en la que por primera vez se desborda la producción y consumo de imágenes. En esa época, las publicaciones en general circularon de manera creciente y la fotografía se multiplicó, al tiempo que resultó accesible para grupos sociales más amplios.

Ciertamente, el impacto de la imagen enamoró –y aún lo hace– a todos. Los trasatlánticos, el ferrocarril y el servicio postal eran medios fiables para llevar las mercancías, las personas y los mensajes a su destino. También los viajeros se multiplicaron y apareció la necesidad de mostrar y mostrarse en los lugares enigmáticos, lejanos a la cotidianidad.

Si bien en Europa las tarjetas ilustradas surgieron como «tarjetas de visita» o «tarjetas de comercios», la tarjeta postal como un rectángulo de cartón con una imagen, texto y timbres impresos o pegados hicieron su aparición en la sexta década del siglo XIX, y a partir de esa fecha se multiplicaron los temas y las presentaciones; comenzaron a imprimirse en series de miles y se exportaron a otros países en cantidades significativas. Ejemplo de lo anterior es el caso de Francia, que en 1910 produjo 123 millones de tarjetas postales. La moda de estos impresos se extendió entre diversos públicos y en los diferentes países donde se valoraron principalmente como recuerdos, se mostraban como tesoros personales o familiares, se coleccionaban e incluso se usaban dentro de las escuelas como parte de los recursos educativos en el aula.

Aun cuando en México circuló una cantidad creciente de tarjetas postales importadas, fue en 1882 cuando se imprimió la primera tarjeta en el país y hacia el final de ese siglo, como sucedió en el resto del mundo, se multiplicaron, ilustradas con fotografías. Paulatinamente, las tarjetas impresas en México se hicieron accesibles a públicos más amplios y, al lado de las tarjetas importadas, se adquirían en plazas, a la salida de los teatros, en festividades públicas, en exposiciones, en casas de comercio y en tiendas especializadas como la Casa Duhart. Almacén de postales ilustradas, y se convirtieron en un trabajo especializado de ciertas casas editoras. Al mismo tiempo, el uso de las tarjetas postales se extendió a los poblados más remotos, como lo demuestran las tarjetas que aquí se presentan, mismas que se enviaron y remitieron desde pequeñas poblaciones de dos a tres mil habitantes, en el lejano norte del país.

Hacia el fin del siglo XIX y primeras décadas del XX, la tarjeta postal vivió su época de oro; se multiplicaron, adornaron y coleccionaron. Su éxito se enlazó con el boom de la imagen. No obstante, los géneros de la escritura también son históricos: se generan, cambian y desaparecen cuando se esfuman sus contextos. Al pisar la octava década del siglo XX y en adelante, las tarjetas postales se volvieron ocasionales hasta prácticamente desaparecer, tal y como se les conoció en su época de oro, quizá, entre otros motivos, por la expansión de la televisión que nos acercó a otras latitudes, por el mundo digital que nos inundó con imágenes para todos los intereses, por la expansión del teléfono fijo y más aún con el teléfono celular, que permite los intercambios en texto y/o imagen en tiempo real, lo que posibilita comunicaciones ágiles, aunque también distintas. Estos cambios comunicativos seguramente construyen nuevas representaciones del mundo, identidades diversas y nuevas formas del amor, distintas a las que alguna vez se expresaron a través de las tarjetas postales del amor romántico.

Las tarjetas postales y el amor romántico

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En su momento, lo que se llama «amor romántico» inauguró un modelo de amor de pareja que se opuso al amor por conveniencia o concertado entre los padres, vigente en una época anterior. El nuevo modelo romántico se extendió entre ciertos grupos sociales e involucró la decisión de los jóvenes de escoger pareja y contraer matrimonio como asunto propio.

El nuevo modelo del amor romántico apareció en la literatura romántica desde fines del siglo XVIII y ciertamente tuvo amplia difusión y expresión durante lo que los historiadores llamaron «el largo siglo XIX». Esas formas de la escritura y las imágenes del amor se instalaron con tal fuerza que generaron un nuevo código de usos, costumbres y lenguajes. El código dictó las formas del amor de pareja en una franja amplia de la sociedad que se inspiró en algunos casos de la literatura más refinada, pero sobre todo en las novelas que aparecieron por entregas en la prensa y otros pasquines que se adquirían en tiendas y puestos en las calles.

Las tarjetas postales que aquí se presentan son un ejemplo de lo anterior. Con sus textos breves y arrebatados nos muestran claramente el lenguaje, los conceptos y las expresiones que utilizaron los enamorados para transmitir su sentir con respecto a la relación. Las imágenes que acompañan las tarjetas aterrizan y amplían los textos, a la vez que los inspiran o reflejan. Entre palabras, frases, poses, gestos y colores se expresan los sentimientos: ternura, dulzura, desesperación, celos …

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En las tarjetas postales el amor se compartía en altavoz; se aventaba al vacío y se estampaba en grafías, tonos y colores que se repetían al infinito. Los enamorados se expresaban con el desenfado de mostrarse, nos dice Margarita Orellana. En las tarjetas del amor, las palabras e imágenes resultaban atrevidas, osadas y desafiantes, en algún sentido rebeldes frente a los cánones que las precedieron. Los textos e imágenes del amor no quieren permanecer ocultos ni encerrados; ellos salen directos del corazón y emigran como golondrinas, a decir de Margo Glantz, rumbo a lugares inaccesibles y entran a los hogares y al corazón, apuntó Carlos Monsiváis. Hasta allá llegaron las palabras, las imágenes y las metáforas, transportando el sentimiento.

Ciertamente estas tarjetas resultan atrevidas para el mundo de la generación anterior; en cambio, parecen plenamente genuinas, atolondradas y sentidas para los enamorados, quienes las repiten una y otra vez, en un lugar y en otro también. En grandes ciudades y pequeños poblados se advierte una repetición de formas y palabras que no por repetirse se convierten en rutina o en algo trivial, sino que parecen vibrar, hacen vibrar y se viven a flor de piel.

En las tarjetas postales que se presentan aparece un compilado de locuciones: saludos, adjetivos, expresiones de sufrimiento y figuras que forman parte del catálogo del amor romántico y que utilizaron los enamorados para describir y comunicar sus sentimientos.

En el saludo, el que escribe nombra al ser amado con diminutivos, adjetivos, sobrenombres, posesivos; esto lo hacen uno y otro en la pareja: Lilito, Negrito, Negrita fea, Negrita linda, Hijito, Hijita, Mi bien, Querido Lilito, Mi Sara, A mi Sarita, Alma de mi alma.

Con frases hechas o de poetas improvisados, ellos expresan sus sentimientos; el amor y el sufrir siempre aparejados. Lugar aparte merecen los celos en los dos sentidos: real, tiemblo de celos, y poético, ¿quién al mirar tu espléndida hermosura no tiene celos de la luz del día?, junto con los celos, la adoración, la melancolía, la ternura, la tristeza, la nostalgia. No están ausentes la dulzura y la candidez: Mi corazón te aprecia como lo más bello, Amor de Gloria, un recuerdo tierno y dulce de aquellos nuestros primeros días, Mi felicidad depende de que tú seas mía.

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Los sentimientos más distantes como la felicidad y el sufrimiento concurren en el código del amor romántico y están presentes en un sinnúmero de expresiones que indican sufrimiento por la espera, por la lejanía: noches de insomnio; noches de angustia; padece el corazón; testigo de cuanto sufro ha sido el cielo; Suframos sí, suframos resignados; un ángel que encendió mi amor ardiente; el fuego de mi amor; la hoguera de mi alma; qué sufrimiento nos presenta el amor; ¿Te acuerdas de sufrir amando?; cruel dolor; Cada una de las despedidas que me dabas […] las quería convertir en el momento de mi muerte, porque se me hace que pasarán años […].

Las promesas y juramentos de amor eterno son ineludibles en el lenguaje romántico y están grabados en piedra, para que permanezcan hasta el fin de los tiempos: no te olvidaré jamás; juro por tu amor; más allá reiremos del amor: Aún en la muerte iré contigo; contigo siempre; nunca te olvido; Contigo siempre; Felicidad eterna; en ultratumba anhelaré tu amor; amorosa lumbre, nunca se apagará; El tiempo nos unirá más tarde eternamente.

Quizá porque el amor es en sí una figura poética, la pasión de los enamorados los lanza a la poesía, inventada o copiada la leen, la repasan, la toman prestada para traducir sus sentimientos.

Maurilio a Sarita   Encenderé la hoguera de mi alma Para avivar el fuego de mi amor Y recordar del corazón la calma Y de esa calma el mísero dolor.Maurilio a Sarita   Bésame con el beso de tu boca Cariñosa mitad del alma mía Un solo beso el corazón invoca Que la dicha de dos me mataría.
Sarita a Maurilio   Si el terrible poder del destino nos llegara a separar algún día tu alma siempre estará con la mía. SaritaMaurilio a Sarita   «Miró su obra el artista un largo rato con la muda ansiedad del embeleso. Y, después, en un íntimo arrebato, acercóse frenético al retrato, Y borró la sonrisa con un beso». Isaías Gamboa, La sonrisa del retrato (fragmento)
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Por su parte, las imágenes son por lo general figuras femeninas o de parejas, siempre en eterna primavera. Comúnmente se trata de mujeres jóvenes y sensuales, con vestidos sin mangas y cuellos descubiertos, aunque las hay envueltas en chales o protegidas con abrigos; llevan flores en canastos o en sus manos, acariciándolas apenas; se repiten las tarjetas con iniciales y nombres de los novios, iniciales con figuras de mujer y más flores en paisajes bucólicos. Las parejas siempre arrobadas, con las manos unidas, cuerpos recargados y perdidos uno en el otro. Las figuras y paisajes llaman a la ensoñación de las parejas, al abandono del mundo circundante, al enamoramiento.  

Al mostrarse abiertamente las palabras y las imágenes amorosas, las tarjetas postales destilan tal fuerza y valentía que traen a escena el texto de Margo Glantz: Quizá alguna vez la pasión humana se midió por la capacidad de escribir cartas de amor […], y también cortas misivas en las postales del amor.

La importancia de las tarjetas postales como documento histórico

Los materiales de un archivo familiar ponen en contacto a las personas con su mundo más íntimo y con el mundo social que las rodea. También las vinculan con contextos más amplios, pues el mundo y sus transformaciones, como el viento, entran y salen por las puertas y ventanas de las casas, al tiempo que pasan por la familia y por las personas arrastrando sus usos, costumbres, ideas y representaciones.

Es en la familia donde los miembros adquieren su dimensión propiamente de personas. En el mundo de la política, la economía, la educación…, las personas son números de votantes, de habitantes, de inscritos, de consumidores, de hospitalizados, de defunciones…, al grado que su ser se registra con números de afiliación, de cuenta, de inscripción, –hoy– de ente fiscal (RFC), de nacimiento (CURP)… En cambio, los documentos familiares revelan la integración de las múltiples esferas en personas quienes hacen su vida cotidiana. En los archivos familiares se escuchan las voces de hombres y mujeres como hijos, padres, amigos, personas con necesidades, preocupaciones, sentimientos, enfermedades, trabajos y anhelos. Estas dimensiones de las personas difícilmente se vuelven presentes en otros archivos.

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Las tarjetas postales, por su parte, son documentos que no determinan su valía necesariamente por su unicidad, originalidad o calidad artística, sino por la manera en la que el texto y la imagen se vinculan personal y emocionalmente con el emisor y el receptor. Las formas, los colores y las letras se conjuntan y se graban como experiencias, sentimientos, percepciones, deseos y representaciones en el mundo emocional del remitente y del destinatario, de los lectores furtivos quienes se roban las letras o de los autorizados, con quien comparten el orgullo de ser escogidos por las musas de la amistad o del amor.

Las tarjetas postales del amor que se encuentran en los fondos familiares del Archivo para la Memoria de Ibero Saltillo permiten abonar al paisaje donde se mueven las pequeñas historias de los enamorados. En ellas encontramos comunicaciones de la vida cotidiana y de los sentimientos personales e íntimos; si bien es cierto que en la tarjeta postal se exhiben los sentimientos sin sobre, solo el emisor y receptor pueden descifrar el sentido. Las tarjetas no solo portan sonidos y grafías, sino que transportan sentimientos.

Las tarjetas que aquí se presentan ayudan a reconstruir las formas de comunicación afectiva y amorosa de una época y a la vez sirven de espejo para hacer la preguntas sobre el mundo contemporáneo: ¿qué es el amor de pareja hoy?, ¿cómo se comunican esos sentimientos?, ¿con qué nociones, con qué palabras? ¿en qué circunstancias?, ¿cómo se aprende? Y con todo ello intentar comprender el sentido que el amor tiene para las personas quienes habitan el presente. En suma, las postales del amor como huellas permiten observar cómo se configuraba una parte de la vida afectiva, de las emociones y reacciones de hombres y mujeres de entonces y de hoy.

Bibliografía

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Fernández Tejedo, Isabel, Recuerdo de México. La Tarjeta Postal Mexicana 1882-1930. Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos, México, 1994.

Fraser Giffords, Gloria, coord., La Tarjeta Postal. Artes de México, núm. 48, México, 1999.

Recio Dávila, Carlos, Saltillo, imagen y memoria. Tarjetas postales de la Época de Oro, 1900-1914. Archivo Municipal de Saltillo, Saltillo, México, 2022.

Referencias de las imágenes

Imagen 1. MX, COAH, UIAS, AM, F Vázquez Romero, c 1, a 1, t p 5.

Imagen 2. MX, COAH, UIAS, AM, F Vázquez Romero, c 1, a 1, t p 30.

Imagen 3. MX, COAH, UIAS, AM, F Vázquez Romero, c 1, a 1, t p 25.

Imagen 4. MX, COAH, UIAS, AM, F Vázquez Romero, c 1, a 1, t p 10.

Imagen 5. MX, COAH, UIAS, AM, F Vázquez Romero, c 1, a 1, t p 27.

Imagen 6. MX, COAH, UIAS, AM, F Vázquez Romero, c 1, a 1, t p 2.

Imagen 7. MX, COAH, UIAS, AM, F Vázquez Romero, c 1, a 1, t p 29.

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