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El onfálico nombre de Mexihco

Sitio al que Gutierre Tibón guio en identidad

Museo Soumaya.Fundación Carlos Slim

Raquel Gutiérrez Morales y Alfonso Miranda Márquez

 […] durante mucho tiempo tendremos el México derivado de la liebre y del maguey o del héroe Mexitli. El libro que usted me anuncia y que estoy esperando con entusiasmo creo que logrará fijar la atención sobre esta etimología que me parece la única correcta.

Alfonso Caso (1896-1970), arqueólogo mexicano, en carta a Gutierre Tibón, 1965

Intentar descifrar y seguir –ya no puntualmente, simplemente observar– el camino que Gutierre Tibón, erudito de luenga prosapia, trazó para desentrañar el nombre de México, es una labor prácticamente imposible. Aquella investigación fundacional primero le tomó una vuelta al sol; después se transformó, en opinión de Ernesto de la Peña, en un motor de vida.

En su afamada columna “Gog y Magog” del periódico Excélsior, Tibón compartió:

En mi cualidad de historiador de la palabra México (tal vez el único), descubridor de su sorprendente valor significativo basado en los mitos aborígenes (labor de medio siglo: 1940-1993, compendiado en la tercera edición de mi Historia que acaba de publicar el Fondo de Cultura Económica) me ha vivamente interesado la defensa del nombre oficial del país, Estados Unidos Mexicanos […].

El libro no es otro que Historia del nombre y de la fundación de México (1975), una paciente, sabia y muy detallada revisión de todos los mitos, crónicas, traducciones e interpretaciones que a lo largo de varios siglos se habían dado al nombre de esta tierra, incluso con los que se le puede relacionar de manera lejana. Y al decir «todos» no se trata de una exageración; el estudio es tan vasto, que se llena de significados con fundamentos cuyos orígenes se desbaratan o se encuentran totalmente injustificados, y existen solo como un enunciado que de tanto en tanto se convirtió en voz sabia.

¿Cómo inició el periplo? A diferencia de América –nombre con el que se homenajeó a la memoria del cosmógrafo florentino Amerigo Vespucci, y que además buscó acercarse al de África–, «México» proviene de un universo pletórico de magia que se originó en el pensamiento de pobladores, sacerdotes y lenguas mesoamericanas, gestado bajo una concepción del cosmos muy anterior al encuentro de dos mundos.

Tibón sentó las bases de su investigación en un variopinto y muy interesante grupo de predecesores: fray Bernardino de Sahagún (c 1499-1590), fray Diego Durán (1537-1588), Francisco del Paso y Troncoso (1842-1916), Eduardo Seler (1849-1922), Konrad Theodor Preuss (1869-1938), Walter Lehmann (1878-1939), Ernesto Mengin (1893-1973), Ángel María Garibay (1892-1967), Alfonso Caso (1896-1970), Miguel León-Portilla (1926-2019) y Alfredo López Austin (1936), por mencionar algunos.

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Notas de Gutierre Tibón sobre el origen del nombre de México

Rumbo al ombligo cunicular

Esta Historia quiere ser una contribución a las celebraciones del 650º aniversario de la fundación de la Ciudad de México que, según el Códice Mendocino, se llevó a cabo entre un año Ce técpatl, Uno pedernal (nombre calendárico de Huitzilopochtli) y Ome calli, Dos casa, o sea en 1325.

Gutiérre Tibón, «Introducción» en Historia del nombre y de la fundación de México, 1975

Huitzilopochtli [Huītzilōpōchtli, Colibrí Zurdo] y Malinal Xóchitl [Malīnalxōchitl, Flor de Zacate], deidades provenientes de la mítica Aztlán, la ciudad gobernada por la dinastía Motēcuzōma, Moctezuma, en su viaje fijaron la atención en la región fértil y centro mesoamericano del Valle de los Volcanes. En el trayecto sus dioses les revelaron que fundarían un gran imperio. Los guerreros confiaban en la protección de Huitzilopochtli a cambio de ofrendarle corazones humanos, sin embargo, Malinal Xóchitl se oponía a dichos sacrificios. Una vez que arribaron a Tenancingo, él la abandonó mientras descansaba y acampó en la colina de Chapultepec. Al verse sola, Malinal bajó al valle donde la recibió el gobernante, quien se casó con ella, hecho que se recuerda en el nombre de la ciudad sagrada de Malinalco. Copil (Corona Real), su hijo, en la búsqueda de vengar la afrenta hacia la deidad lunar, trató de convencer a xochimilcas, tepanecas y chalcas de unirse a él para atacar a los aztecas.

Así, el hijo de la luna, considerado la luna misma, se enfrentó en el peñón de Tepetzinco (hoy Balbuena) contra Huitzilopochtli, el sol. El astro resultó vencedor, abrió el pecho de Copil y le arrancó el corazón para lanzarlo en Tular:

Intima a un teomama correr a cierto lugar en medio de los cañaverales –«lugar que, dicen, en donde se encuentra hoy la Iglesia Mayor»– y allí arrojara «con la mayor fuerza que pudiese», el corazón de Cópil. Mientras el teomama corría, en el peñón brotaron los manantiales de aguas calientes curativas que todavía se llaman Acopilco, «agua de Cópil».

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Por su parte, Gonzalo Celorio señala que cuando llegaron al Valle de México tras una peregrinación de 209 años, cifra señalada en el códice Boturini:

fueron execrados por los vecinos y sí aquí pudieron sostenerse, como dicen los Anales de Tlateloco, mediante la guerra y despreciando la muerte. De Chapultepec fueron echados a Tizapán, donde se alimentaban de serpientes. De ahí también fueron expulsados y obligados a refugiarse en el agua, en los pantanos, a esconderse entre los juncos. Huitzilopochtli entonces formula su trascendental designio, registrado como uno de los momentos épicos más sobrecogedores de la historia de los aztecas en la Crónica mexicayótl: fundar una ciudad en un islote en medio de la laguna, desde donde habrán de someter a sus enemigos.

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Y labrar la Piedra del sol

Otro mito fundacional que explica el orden cósmico es la era del Quinto Sol. Veintiséis años después de la creación de la Tierra, los dioses buscaron crear al sol. En el año 13-Ácatl (13 caña), en Teotihuacan, una asamblea de dioses ordenó ayunos y sacrificios, para que uno de elos se inmolara y así el astro cobrara vida. Dos deidades se ofrecieron, Tecuciztécatl [Tēcciztēcatl] y Nanahuatzin [Nanahuatl].

El poderoso Tecuciztécatl ofrecía plumas de quetzal, pedernales, jadeíta… Mientras que el humilde Nanahuatzin, cañas verdes, bolas de heno y espinas de maguey.

Cuatro días se mantuvo el fuego. Tecuciztécatl debía arrojarse, mas tras cuatro intentos se arrepintió. El valiente Nanahuatzin se arrojó y al verse agraviado, el soberbio Tecuciztécatl lo hizo enseguida. Del fuego nacieron dos astros resplandecientes. Los dioses arrojaron un conejo al segundo sol para evitar que ambos brillaran por igual; así, ambos se persiguen y dan paso de la noche al día, espacio regido por Tonatiuh, líder celeste.

Así, para los antiguos mesoamericanos, la luna y el conejo que la mora eran voces intercambiables: Metzschicco, «en el ombligo de la Luna», significa simultáneamente «en el ombligo del conejo». Los antiguos habitantes del valle central del país dieron cuenta de la forma de un enorme conejo que tenía el gran lago que unía Zumpango con Chalco. Fueron los sacerdotes quienes buscaron su ombligo durante todo un siglo azteca: aquel punto sagrado donde se fundaría la capital del anunciado imperio. Este punto corresponde con pasmosa exactitud a la realidad geográfica de nuestro Zócalo, la Catedral y el Templo Mayor.

«Metzliapan», es decir, «lago de la Luna», se abrevia con la sílaba «me»; Cristóbal del Castillo, el historiador indígena texcocano de fines del siglo xvi, se refería así al gran lago. Copil Tlaciuhque de Tezcaltepetl se transfiguró –por voluntad divina– en nopal. Ombligo, «xic(tli)», se presenta en su forma clásica y arquetípica de piedra; finalmente «co» es un sufijo locativo. Estas voces unidas componen «Metzshicco»:

Espejo teológico, en el acontecer humano la historia se hilvana y a esta ciudad que medía 15 km2 y que era poblada por 200 mil habitantes, Gutierre Tibón señala que Hernán Cortés en una carta al emperador Carlos V la llama Mexico Temixtitla:

Emplea pues, la palabra Mexico (llana y con el sonido silbante que tenía la equis entonces: es decir Meshico), como la oía pronunciar a su intérprete, la Malinche. Por obvias razones políticas, Cortés estableció la capital de Nueva España en el área de la destruida metrópoli indígena. Es posible que los españoles prefieran usar el nombre Mexico (Meshico) debido a la resonancia del imperio mexica (meshicatl) del cual eran los herederos. La circunstancia decisiva por la cual México ha prevalecido sobre Tenochtitlan es su pronunciación más fácil para los hispanohablantes y su brevedad, que aumenta cuando México se vuelve esdrújulo. (México = Méshico).

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La cuenca lacustre del Valle de los Volcanes, con México “en el ombligo de la Luna”, representado por el Teocalli Mayor. Plano esquemático, según Alberto Beltrán.

Tenochtitlan, por su parte, significa «lugar fundado en honor del tenochtli, la milagrosa transubstanciación de Copil, la Luna, cuando se convierte en nopal. La explicación: «te(tl)», piedra, alude al ombligo, así como a la tuna color sangre; «noch(tli)» recuerda a los corazones sacrificados al sol; «títlan» es el locativo. Más que serpiente, la insigne cactácea rebosa xoconostle, un símbolo del nuevo pacto entre el pueblo y su dios.

Sobre el nopal un águila, símbolo del Sol, desgarra una serpiente, figuración de la oscuridad nocturna, reino de la Luna. Esta lucha cósmica significa la derrota del culto lunar y el triunfo del Sol como suprema potencia divina de los mexicas.

Categórico, Matos Moctezuma asevera: Nunca vieron eso. Ese hecho jamás ocurrió. […] Hierofanía lunar del tunal con el águila solar. Es entonces un símbolo más que un avistamiento, mediante el que Huitzilopochtli vence a sus enemigos.

Todo emerge de la laguna y de la diosa del agua. Esta síntesis genial se debe a la inteligencia de los tlacuilos, sabias y sabios encargados de perpetuar la memoria en los códices.

El ingeniero Enrique Rodríguez Ramírez –refiere Tibón– me mandó un dibujo sacado del mapa del geólogo y vulcanólogo Federico Mooser, suizo de nacimiento y mexicano de corazón. Con infinita paciencia, sabiduría y tesón, poco a poco reconstruyó la cuenca hidrológica del Valle de los milenios. ¿Una fecha? Es un intento muy delicado. Pienso en los diez mil años de Xico, el abuelo de Me-xico, o en Tepexpan y su mamut. Ya estaba habitado el Valle; nuestros lejanos antepasados vivían de la pesca. Bordeando y costeando con sus frágiles canoas el lago que entonces constituía una gran unidad hidrológica, tal vez de 75 quilómetros, [sic](Cortés, en 1519, ve en él un mar interior), se dieron cuenta de su forma de gigantesco conejo, símbolo de la Luna, como el águila lo es del Sol.

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Tibón señala además que de acuerdo con fray Andrés de Olmos, Tenochtitlan tuvo un primer nombre: Cuauhmixtitlan, en medio de las nubes del águila. Miguel León-Portilla refiere que el gentilicio aztecah era propio de los chicomoztocas gobernantes en Aztlán, mientras que los mexitin eran macehuales; así, su dios protector Tezcatlipoca […] ordenó a su pueblo que saliera de ese lugar y abandonara para siempre a sus antiguos dominadores. Tezcatlipoca en seguida les cambió el nombre a los aztecas. Les dijo: Ahora ya no será vuestro nombre el de aztecas, vosotros seréis mexicas.

Sobre la fundación de México, fray Diego Durán señala: este nombre tiene hasta ahora esta ciudad de México, la cual en cuanto fue poblada de los mexicanos se llama México, que quiere decir lugar de los mexicanos, en cuanto a la disposición del sitio se llama Tenuchtitlan, […] que quiere decir lugar del tunal de piedra. De acuerdo con Matos Moctezuma, la tribu azteca se considera de ascendencia chichimeca; se dice que eran atlacachichimeca, es decir, pescadores y cazadores. Durán narra que se adentraron en tierras tepanecas en el valle, quienes le ofrecieron protección a cambio de ser tributarios y mercenarios, pues se trataba de un grupo sin poder. Desde entonces, Azcaputzalco, junto con Tlacopan y Coyohuacan se aliaron para destruir la estirpe, puesto que como señala Gutierre Tibón, sabían que los mexicas habían hecho un pacto con el sol en cierta islita de la laguna. Al servicio de los de Azcaputzalco adquirieron experiencia en la guerra, que luego utilizarían en contra de aquellos junto con Tetzcuco y Tlacopan, con quienes conformaron la Triple Alianza. Una vez sitiada la ciudad de Azcaputzalco inició la batalla en la que Durán relató que los mexihcah lograrían imponerse y tras esta victoria le seguirán 370 pueblos sometidos.

Francisco Clavijero afirmó que fueron el reino de Megico, mas moderno que los otros reinos y republicas que agrupan aquel pais […]. Una vez logrado el poder militar se dio el florecimiento de una de las capitales más importantes de Mesoamérica con una doble ancla simbólica: Teotihuacan y Tula sirvieron de referencia inmediata en su relación con lo divino. En opinión de Eduardo Matos, esta búsqueda de filiación manifestada en su urbanismo responde a la necesidad mexica de legitimarse ante sus contemporáneos. Tula, cabecera tolteca, de la que salió una tribu protomexica que vio en ella la grandeza terrenal y Teotihuacan, lugar abandonado para el 750 d. c. y que para los mexicas era sitio señero edificado por los dioses.

La fecha 2 casa, 1325 en la cronología cristiana, ha sido considerada como la fecha fundacional de México-Tenochtitlan en las fuentes del siglo XVI y nunca ha sido cuestionada, escribe el investigador Patrick Johansson K.

En 1337 se fundó Tlatelolco, la segunda gran ciudad mexica. Ambas, con el apoyo de los señoríos de Tacuba y Texcoco, lucharon para liberarse del dominio de Azcapotzalco, lo cual finalmente consiguieron hacia 1428. Crearon entonces lo que se denominó la Triple Alianza, con la que lograron expandirse por buena parte de Mesoamérica. Luego de profundas investigaciones, Matos refiere:

Tras ese triunfo que Itzcóatl, ocupante en turno del trono de Tenochtitlan, «inventa» una nueva narrativa para dejar atrás la historia de sujeción de su pueblo. «Empieza a relatar una nueva historia. Y es ahí, a mi juicio, que nace el concepto del águila parada sobre el nopal: el águila representa a Huitzilopochtli. ¿Por qué? Porque el águila es el ave que vuela más alto, igual que el Sol. Se supone que esa imagen, ese símbolo, es Huitzilopochtli venciendo a sus enemigos. […] Con los años, después de la Conquista, a la imagen se le añadió la serpiente devorada por el ave, lo cual no figura en las piezas arqueológicas halladas ni en códices o crónicas de la época. Sin duda es un símbolo que sobrevivió al tiempo, incluso en la Colonia, al grado que terminó estampado en la bandera de México.

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En la fase imperial azteca, el doble grito de «México» y «Tenochtitlan» se transformó en voz de guerra mexica. Fue el propio Cortés quien en su Tercera carta de relación (1522) describió a Carlos V:

[…] una muy grande flota de canoas y en ella venían más de doce mil hombres de guerra […] y los capitanes de ellos que venían delante traían sus espadas de las nuestras en las manos y apellidando sus provincias, decían: Mexico Mexico Temixtitan Temixtitan y decíannos muchas injurias…

Los múltiples caminos que Gutierre Tibón siguió en su búsqueda del origen, se resumen en diversas etimologías, significados, divagaciones hacia otras lenguas…

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Él mismo volvió una y otra vez al tema enriqueciendo la descripción, detallando los momentos, tachando con firmeza, pues al revisar su archivo es evidente que fue uno de sus más grandes críticos. De este modo reescribió una historia que es la nuestra.

Cosmos y erotismo

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La riqueza de significados que Tibón encontró sobre el ombligo en un sinnúmero de culturas lo llevó a publicar dos obras más en torno al tema: El ombligo como centro erótico (1979) y El ombligo como centro cósmico (1981).

El archivo Gutierre Tibón en Fundación Carlos Slim cuenta con secciones especializadas en el omphalós en las que es posible encontrar apuntes místicos; menciones en códices; mitos; referencias médicas; el destino que la línea vital tiene una vez que se extrae de la puérpera; su presencia en el arte; su concepción en las culturas mesoamericanas, budistas, griegas, hunas y religiones en general… La lista es interminable:

Buscando el camino a la entraña semántica de «México», descubrí un nuevo continente, que podría llamarse Onfalia. Al explorarlo encontré dobles de los seres humanos en forma de caballitos de mar, selvas de árboles de ombligos, panteones domésticos y silvestres en miniatura donde descansan los dobles; todo un mundo ritual antiquísimo que ha sobrevivido milagrosamente hasta hoy.

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Sobre el origen del nombre de México, Gutierre Tibón legó 900 páginas de las que tanto se preciaba, pletóricas de letras que se sucedieron –seguramente– bajo el incesante tac-tac-tac de una Hermes Baby…

Fray Diego Durán en su Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme recogió las palabras del viajero espiritual mexica a Chicomoztoc: México es señora y princesa, cabeza y reina de todas las ciudades […]. A cinco siglos de fundarse esta muy noble y leal latitud, con resignificación, entendimiento y entraña, honrémosla con pluralidad, pensamiento, palabra, seña y acción. Convirtámonos en lenguas, traductoras y traductores, de un pasado que sin tergiversación nos da identidad.

Los nombres, títulos y citas son literales y respetan la ortografía del Archivo Gutierre Tibón, parte del Acervo de Fundación Carlos Slim.

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