Verónica Kugel | Hmunts’a Hēm’i – Centro de Documentación y Asesoría Hñähñu
Adela Calva Reyes (1957-2018), ensayista, escritora de poesía y prosa en hñähñu (otomí), era de San Ildefonso Chantepec, municipio de Tepeji del Río de Ocampo, Hidalgo, donde se conserva este idioma a pesar de que su uso se extinguió en todas las comunidades y municipios vecinos hace alrededor de un siglo.
Después de una vida entera en la que habló su idioma pero escribió solamente en español, el hecho de poder plasmar en el papel sus ideas tal y como brotaban en hñähñu, como si hasta entonces hubieran estado presas, le dio alas a la palabra y nació su primer libro, precisamente con este título: Ra hua ra hiä – Alas a la palabra. Estas memorias personales y de su comunidad fueron muy exitosas por su autenticidad y la fuerza de su palabra. Como continuación a esa obra se publicaron sus poemas, escritos fantásticos y escritos etnográficos, que contaban con esas mismas particularidades.

En 2021 Adela Calva recibió un homenaje póstumo por los aportes de su poesía y su prosa a las letras hidalguenses, así como por su amplia y profunda contribución a la crónica e interpretación de la cultura hñähñu.
Ra hua ra hiä – Alas a la palabra
A Adela Calva le sucedió lo que a la gran mayoría de escritores: la palabra fluyó en su lengua materna. Como la gran mayoría de quienes hoy en día son de lengua materna hñähñu, hablaba español perfectamente. Pero el sentimiento y la creatividad le nacieron en el idioma de su cuna. Doña Adela aprendió a escribir el hñähñu ya adulta y casi de inmediato le salieron alas a su palabra, lo que devino en el nacimiento de su primer libro.
Lo que contó en él doña Adela es la historia de su vida, y con ella, mucho de la historia de San Ildefonso Chantepec. Recordó lo que escuchó de su madre; los consejos y normas morales de su padre. Describió costumbres religiosas y civiles, recordó la escuela, relató múltiples sucesos en torno a la fiesta patronal. Lo que contó de la llegada del cine a San Ildefonso es fabuloso, sin duda difícil de imaginar para los jóvenes.

Mucho de lo que escribió doña Adela está vinculado con su propia familia. Episodios tiernos, otros violentos, amores y desamores, juegos de niños y aprendizajes, cuentos y recetas de cocina… Es interesante notar que la mamá transmitió su receta de mole no a sus hijas sino a la primera de sus nueras, que hasta la fecha es la única quien sabe hacerlo con esa muy particular sazón.
En el entorno inmediato de la familia surge el recuerdo del destino muchas veces trágico de sus vecinos: criaturas quienes mueren, quienes se quedan huérfanas, así como golpes y muertos por rayo. La vida puede llegar a ser muy dura. Quizá por ello se pueble también de naguales y de brujos. Sobre todos estos temas, doña Adela dejó fluir el recuerdo para después, reflexionar.
La identidad es uno de los asuntos que me parecieron muy bien tratados en este libro. Me reí mucho con aquello de las muchachas quienes regresaron de la ciudad hablando español y de las que se burlaban imitando su plática al ver unos nopales: que si eso son lechugas o son magueyes… Me fascinó la distinción entre las güeras gringas y las güeras ñähñus. Una y otra vez, la autora nos hace ver lo valioso que es sentirnos bien con nuestros orígenes, nuestro idioma, nuestra identidad. Al describir a su mamá lo dice con mucha claridad: Doña María, mi madre… es una mujer sin educación de escuela, que no habla nada de castellano, pero que habla su propio idioma, su lengua hñähñu, donde expresa sus sentimientos de tristeza y alegría, donde encuentra entendimiento y sabiduría de la vida, como cualquiera de nosotros, como cualquier humano que hable cualquier idioma en la parte que sea del mundo, enfrentando con valor la vida que le tocó a cada quien. Mi respeto y admiración a doña María y a doña Adela.
Dōmbo ma ēnxē. Flor de mi alma. Poesía
A este primer libro autobiográfico y etnográfico le siguieron varios más, póstumos. Adela Calva tenía una necesidad profunda de escribir: lo hacía en todo momento y en cualquier pedazo de papel que tuviera a la mano: un cuaderno, una hoja suelta, un cartón. Todo ello fue recopilado y estructurado por su editor, Bernardo Guízar Sahagún. La fuerza de la palabra de Adela se hizo patente en su poesía, surgida de la misma necesidad interior de escribir, tocando nuestro corazón por su autenticidad y nuestro oído por la armonía de sus versos. Estos poemas son testigos de la compenetración con la naturaleza propia de quienes viven cerca de ella en comunidades pequeñas: el aire que acaricia las flores, la belleza de la luna, la lluvia que por sí sola se encarga de la fertilidad de la tierra.
Adela Calva lamentaba la contaminación visual producida por las luces artificiales, que impedían apreciar la luna y las estrellas. Bajo el título Ra dum’ūi ma menguhe –Lamento indígena, señaló la contaminación del aire y del agua, así como las enfermedades que se derivaban de las impurezas del mundo moderno. Su poesía añora una sabiduría que ha cedido ante la modernidad.

Ver los colores pero no conocerlos todos, ver el vuelo de los pájaros pero no entenderlo, llevó a Adela a comprender que un ciego, quien no abarca la realidad de la misma manera, en nada está impedido para soñar. Lo importante –parafraseó al Principito de Saint-Exupéry– es invisible para los ojos.
La poetisa nos habló de flores raíz, flores madre, flores hijas, de su aroma, que es para quien lo busque y aprecie:
Ri thani ri meti nehe/ petsa ri nyūni ne ri k’angi.
Tócalas, también son tuyas/ tienen tu mismo color y aroma.
Le cantó a la mayor alegría posible, la que se siente cuando nace una hija, un hijo:
T’ū tēgi hne/ tsūnña ma ēnxē ui/ te bi tsō’ ma u’ēne ui/ kja gehni di pähui/ ra dängä ndähi ra hne.
Campanitas de amor/ suenan en nuestras almas/ porque llegó nuestro bebé/ en él conocemos al fin/ el gran espíritu del amor.
El poema que Adela dedica a su amor, al hombre su compañero, es otro testigo más de que la poetisa vivió su vida de lleno, que la intensidad con la que abrazó todas las emociones la convirtió en la escritora quien permanece sobre la Tierra a través de su palabra:
Di ne’i, di ne ä ho/ nu’i ma man’a nugi/ nu’i ma dängä hne.
Di ne’i, di ne ä ho/ ñ’ōhō, ma ñohui ra nzaki/ di ne’i, di ne ä ho…
Te amo, te amo tanto/ tú mi otra parte,/ tú mi gran amor
Te quiero, te quiero tanto/ hombre, compañero de mi vida/ te amo, te amo tanto…
No está por demás recordar que, especialmente cuando se trata de poesía, el valor intrínseco está en el idioma en el que se escribió. Quienes leemos estos poemas solamente en su traducción al español (aunque sea de la misma Adela), no podemos sino adivinar su belleza y su fuerza.
Así como cantó a las flores y a las personas de su vida, Adela Calva también expresó la resignación cuando se espera el final. Tristemente, no vivió para ver publicados estos versos. Pero quiso expresamente que salieran a la luz, al público, para compartir sus sentimientos y su conocimiento, para enriquecer el acervo escrito en su lengua, el hñähñu de San Ildefonso Chantepec a la que tanta importancia dio. Más allá de esto, los versos de Adela Calva trascienden el ámbito cultural de su comunidad y de su lengua, dejando huella de sentimientos fuertes, finamente expresados, que hacen eco en cualquiera, donde sea que le haya tocado vivir.
Tzithethä. Kjämbo mat’i. En lo profundo de mis sueños. Escritos fantásticos
En lo profundo de mis sueños, Tzithethä, segundo libro póstumo de Adela Calva, surgió de la fantasía, de la profundidad de los sueños. Tzithethä sueña un mundo hermoso hñähñu, donde su espíritu habla con su abuela y otros personajes. En esos «otros», la autora dio voz a diversos personajes. En los relatos de Adela se deja ver un pueblo que se ufana de sus sueños profundos, sus mitos, su sensibilidad para estar en el mundo y para mantener y compartir su propia memoria.
El libro consta de dos partes divididas por la mitad: la primera en hñähñu y la segunda en español. Se optó por darle a cada idioma un espacio exclusivo para que se pueda leer sin distracciones, adentrándose en el planeta de sueños y de vivencias que ofrece esta gran escritora desde su rico mundo interior.
Inicia con «Tzithethä, una mujer hñähñu», señora quien hace mucho tiempo estaba en un mundo hermoso, aquellas tierras se encontraban muy cerca de una orilla del mar. La mujer comentó que vio tan hermoso ese lugar que se preguntó: «¿Cómo le haré para llegar a ese lugar?». El paisaje era maravilloso, en la orilla había magueyes, el aire mecía el agua del mar. Tzithethä se vio transportada por encima del mar y en la otra orilla la recibió una mujer quien vestía una blusa bordada con un ceñidor hilado y tejido al estilo otomí. Inició entonces una serie de diálogos con mujeres de su familia y de su pueblo: su abuela, su madre, una sabia curandera, un hombre sabio también. A través de ellos y por intermediación de la escritora nos adentramos en un mundo de símbolos, de valores, de identidad y de crecimiento: Busca en tu cabeza lo que es tu vida y crece de nuevo para que sepas lo que eres.

Le sigue «Agua, fuego, aire y estos nuestros tiempos». Desde San Ildefonso, Adela Calva explicó cómo cada uno de estos elementos acompaña la vida de las personas. El agua que da vida, por la que todo crece, el agua del temazcal, el agua que limpia, el vaso de agua en la cabecera de nuestra cama. El fuego, el Padre Fuego, la primera cobija, el fogón, la luz, el fuego representado en cirios y en el incienso. El bendito aire, el mayor, el primero, el Padre Dios Aire. El hombre con su vida empírica y cavernícola pasó a ser hombre científico siempre experimentando, mas yo no creo que agote el conocimiento ni alcance la perfección, porque siempre y eternamente habrá algo nuevo o algo viejo que aprender de la vida sin tiempo y para todo tiempo, señaló Adela.
Siguen algunos cuentos que reflejan la vida y el ambiente de San Ildefonso en años pasados. Quienes leyeron «Alas a la palabra» se sentirán transportados a ese maravilloso relato.
Los poemas del libro hoy presentado, junto con los publicados previamente en Dombo ma enxe, son quizá los escritos más íntimos de Adela. Escogió esta forma de escritura figurada, condensada y concisa para hablar de la naturaleza, de la fe, del amor, del ocaso de la vida. No dudo que sus poemas acompañen a otras personas en su vida y sus estados de ánimo. Y quizá algunos se popularicen convirtiéndose en canción.
En el centro del libro se encuentra una lista de 181 nombres de bebés en hñähñu, hermosos todos. Hoy que muchas mamás y muchos papás sueñan con un futuro para sus hij@s en el que puedan vivir su identidad y la de sus antepasados sin discriminación ni penurias, en lo que hemos pasado a llamar «buen vivir» o «vivir bien», encontrarán aquí nombres bonitos y significativos que reflejen este deseo.
La fantasía de Adela Calva y sus sueños nos brindan, gracias a su don de la palabra, no solamente una lectura que se disfruta, sino también una invitación a la reflexión profunda que enriquecerá nuestra propia vida interior.
K’uathō. Pueblo antiguo. Escritos etnográficos
Adela Calva escudriñó su lengua, su cultura y su pueblo durante muchos años y con diversas formas de proceder. Todo le sirvió para entender mejor el universo que era el suyo, y conforme caminaba, según construyó su conocimiento, se convirtió en sabia de su lengua y su cultura. Sus libros representan una trayectoria intelectual que se construyó a lo largo de 30 años, basada en todas las fuentes a su alcance. Estudió lo propio desde la mirada, el recuerdo, la lectura. Lo hizo por inquietud interior, por vocación profunda, no podía dejar de hacerlo. Su mente siempre le daba vuelta a los temas que le importaban; tomaba apuntes hasta en la libreta de cuentas de su tienda de abarrotes.

Adela dejó huella justamente gracias a que escribió. Ella misma explicó que la escritura le nació no con la alfabetización en español que se produjo cuando era niña, sino mucho más tarde, de adulta, cuando aprendió a escribir el hñähñu. El conjunto de su obra se lee como ese descubrimiento que hizo paulatinamente, con fascinación, de las profundidades de lo propio, de su cultura, pero de hecho, de su alma hñähñu.
De este trabajo intelectual surgió Kuathō. Pueblo antiguo, el libro más directamente etnográfico de Adela Calva. Contiene entrevistas a habitantes de San Ildefonso Chantepec, llamadas «testimonios». Hay relatos arraigados en San Ildefonso y descripciones de costumbres hñähñus de la comunidad. La sistematización que hizo Adela de las horas del día y de la noche, acomodadas en un círculo como el de la rueda calendárica de fray Diego Valadés de 1579, son un rico ejemplo de las lecturas de Adela, quien utilizaba todas las fuentes a su alcance para entender el mundo. La lista de conceptos hñähñus es de una naturaleza similar: contiene, interpretado, lo que ella consideró importante de lo que usó y de lo que había leído.
¡Qué rico era el mundo de Adela Calva! Y qué bueno que la escritura fue parte de su crecimiento personal y de la construcción de su conocimiento. Nos instruye a todos y sobre todo, nos da acceso a muchos aspectos de una cultura milenaria no solamente a través del razonamiento sino también a través del sentimiento. Espero que las múltiples ventanas que abren sus escritos formen parte del caminar de otras personas, sobre todo de otros ñähñus, de San Ildefonso y de todas partes.
En todos sus escritos, en rima o en prosa, Adela, intelectual ñähñu, fue y es, poeta.
La obra de Adela Calva
- Ra hua ra hiä – Alas a la palabra, 2008
- Dōmbo ma ēnxē. Flor de mi alma, 2019
- Tzithethä. Kjämbo mat’i. En lo profundo de mis sueños. Escritos fantásticos, 2020
- K’uathō. Pueblo antiguo. Escritos etnográficos, 2021
Los libros de Adela Calva fueron publicados por Hmunts’a Hēm’i – Centro de Documentación y Asesoría Hñähñu, Ixmiquilpan, Hidalgo. Para adquirirlos, comuníquese por Messenger de Hmunts’a Hēm’i en Facebook.