Biblioteca P. Héctor Rogel, salvaguardando las ciencias religiosas y acrecentando el conocimiento y la cultura a lo largo de la Historia
Biblioteca P. Héctor Rogel
Pbro. Salvador Romero M.
Director
Desde el inicio de la pandemia en 2020, la mayoría de las bibliotecas de Ciudad de México se vieron afectadas debido al cierre para evitar la propagación del virus SARS-CoV-2, también conocido como COVID-19. Fue un shock para muchos de nosotros, bibliotecarios, así como para usuarios, investigadores y alumnos que constantemente acudían a diversos recintos a consultar bibliografías que les ayudaran a enriquecer sus conocimientos culturales e intelectuales.
No obstante, grande fue el choque para las instituciones educativas que debido al cierre tuvieron que buscar formas que ayudaran a mantener a los usuarios activos y así poder acceder a sus acervos. Tal fue el caso, de manera particular, de la Biblioteca del Seminario Conciliar de México, P. Héctor Rogel, colección para la formación de los futuros sacerdotes de la Arquidiócesis Primada de México, la cual desde 1988 es considerada la biblioteca eclesiástica más grande, que albergaba en aquel tiempo más de 112 000 volúmenes, y que en la actualidad cuenta con poco más de 208 000, que están al servicio de los seminaristas, estudiantes de la Universidad Católica Lumen Gentium, y de todo aquel que desee conocer más sobre la historia de la Iglesia.
Grande es la riqueza que alberga su acervo; al encontrarse en una situación sanitaria como la que ahora vivimos, la Biblioteca P. Héctor Rogel ha buscado estar cerca de usuarios e investigadores, siguiendo los protocolos adecuados para consulta interna, así como el apoyo a distancia por parte del equipo de biblioteca.
Poco a poco se ha podido reactivar el servicio a los usuarios, quienes afortunadamente han encontrado la riqueza de su acervo, pues en ella han consultado ejemplares y audiovisuales que les permiten comprender mejor su formación y a su vez, tienen la posibilidad de ampliar su bagaje cultural e intelectual. El seminarista Maurice Martell, usuario de nuestra Biblioteca nos comenta lo siguiente: Reconocer el valor que tiene la biblioteca es fundamental en la formación que llevamos. Sin duda no solo por el acervo tan importante que tiene de libros, revistas y publicaciones que fungen como herramienta necesaria para entender y ahondar los temas torales de la academia, sino sobre todo por el equipo de colaboradores que fungen como pieza fundamental al servicio de aquellos que lo solicitan: sacerdotes, seminaristas, laicos, servicio que se convierte en atención y acompañamiento, aquello que vuelve a la biblioteca no solo un espacio de autoformación, sino también de comunidad. Son ellos quienes ayudan a la orientación y crecimiento, dando profundidad en los temas que apremian… Hoy la biblioteca es más que un edificio; es una casa abierta al conocimiento, casa que está a disposición de aquel que lo busca.
Sin duda cuando alguien está dispuesto a ampliar sus conocimientos, es capaz de abrirse a varias condiciones de posibilidad que le permitan comprender el sentido de la vida y de la realidad en la que nos encontramos; por eso es muy importante que cada persona pueda tener acceso a la riqueza de una biblioteca, pues en ella no solo se guarda la historia, se hace la historia; no solo se conoce, se amplía el conocimiento. Y usted, apreciable lector, ¿ha tenido la experiencia de apreciar la riqueza de una biblioteca? Piense en cada investigador y consultor de un acervo; tiene en su mente las ideas que quiere plasmar, pero estas crecen conforme se indaga uno a uno en los estantes que almacenan la sabiduría de cada ejemplar. Es ahí, en una biblioteca, donde el individuo debe apreciar cada papel, cada escrito, cada rincón en el que se alberga la fantasía, la historia, el conocimiento; como uno de nuestros usuarios comenta: Es verdaderamente maravilloso encontrarse en un lugar privilegiado, donde se guarda el tesoro y memoria de lo que permanece en la historia del tiempo. Al ingresar, uno se percata que está entrando al lugar que conserva y resguarda el conocimiento, la sabiduría, tanto de las ciencias humanas y ciencias religiosas. He podido encontrar bastantes tesoros tanto de nuestra historia como Seminario, pero también de nuestra Iglesia y del pensamiento humano que a lo largo de los siglos, ha tratado de encontrar la verdad. En su acervo he encontrado bastantes obras, sobre todo musicales, históricas, diarios, en los cuales se nos ha dejado ver que nos han construido como institución de Seminario; y que a la vez nos hace sentir identificados con nuestra casa, que hemos avanzado, hemos madurado, y que nos ayuda a proyectar el futuro con esperanza, anhelos, ilusiones; nos encaminamos a aquello que nos permite alcanzar nuestros ideales y objetivos durante nuestra formación. Sem. Christopher López.
Muchos acervos se han actualizado; ahora los usuarios pueden recurrir a la consulta digital y tal vez usted y yo, querido lector, podríamos estar de acuerdo que la consulta digital facilita la investigación, sin embargo, nada se compara en absoluto con poder tener de forma física un libro, hojearlo y consultar su contenido; pero eso ya depende de cada quien y sus necesidades.
Acercarnos a una biblioteca es enriquecedor, no solo por el bagaje que podemos encontrar, sino también por la cultura que en ella se alberga, pues a lo largo de la Historia, cada biblioteca conserva en ella no solo la cultura, sino también el trabajo que muchos de nosotros no vemos, la clasificación, el acomodo de las obras, la selección de las especialidades de cada acervo y sobre todo, la conservación de cada libro que llega a formar parte del recinto. Gracias a Mons. Héctor Rogel el Seminario Conciliar de México se enorgullece en tener un recinto con el nombre de quien, por más de 50 años, se encargó de enriquecer el acervo y la cultura de los futuros sacerdotes.
No olvidemos que cada biblioteca tiene su historia, tiene su riqueza, y para eso estamos invitados a seguir conservando cada lugar en el que los libros cobran vida gracias a quienes los consultamos. Concluyo estimado lector, con las palabras que menciona el escritor Carlos Ruiz Zafón, en su obra La Sombra del Viento, y que nos permite valorar los libros que se alberga en cada estante de una biblioteca: Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte.