Por Leticia Ruiz
Biblioteca Eusebio F. Kino de la Provincia de la Compañía de Jesús
La presencia de los misioneros jesuitas en el norte del país se remonta a principios del siglo XVII, quienes llegaron primero a la zona de Sinaloa y posteriormente a los actuales estados de Chihuahua, Sonora y Baja California. Hacia 1621 el P. Juan Castini erigió los primeros asentamientos de la Misión en Chínipas, en el estado de Chihuahua, pero fue hasta diez años después, alrededor de 1632, que el P. Julio Pascual logró establecerse de manera más firme en la zona, aunque posteriormente fue martirizado y muerto por los naturales, junto con el P. Manuel Martínez. Los jesuitas realizaron su labor evangelizadora entre los indios tepehuanes, guazaparas y tarahumaras. Fue el P. Juan María Salvatierra quien, hacia los años 1680 a 1690, logró consolidar la misión, lo que convirtió a la región de Chínipas en una de las misiones mejor organizadas y adelantadas.
En el fondo antiguo José Gutiérrez Casillas, S.J., de la Biblioteca Eusebio F. Kino, contamos con una colección de manuscritos en donde figura una obra en dos volúmenes que pertenecieron al Templo de Nuestra Señora de Loreto de la Misión de Chínipas.
A partir del Concilio de Trento, las parroquias fueron las encargadas de recoger y registrar, entre su feligresía, los datos relacionados con los bautismos, las bodas y las defunciones. La obra a la que nos referimos contiene los registros parroquiales de estos sacramentos de más de un siglo, entre los años 1706 y 1825. Cada volumen tiene un título particular: el primero lleva el nombre de Casamientos, abarca del 8 de septiembre de 1706 al 17 de febrero de 1765, y aunque inicia con el registro de matrimonios, en el cuerpo de la obra podemos encontrar también los bautismos y las defunciones. El segundo tomo lleva el título de Libro de bautismos, casamientos y entierros del pueblo de Ntra. Sra. de Loreto, y va del 13 de enero de 1765, al día 28 de diciembre de 1825.
La obra consigna los datos siguientes:
Bautismos: nombres de los padres y el del bautizado(a), así como del padrino o madrina según fuera el caso (padrino para los varones y madrina para las mujeres).
Matrimonios: incluyen los nombres de los contrayentes; en la mayoría de los casos se asientan los nombres de los padres y sólo en algunos se anotan nombres de testigos de la boda. En el caso de matrimonios en que alguno o ambos contrayentes fueran viudos, se registra también el nombre de la persona con quien estuvo casado(a) antes.
Difuntos: incluye el nombre del fallecido(a), el lugar en donde murió, y el nombre del viudo(a) –si era el caso– o el nombre de sus padres.
Aunque la portada especifica que se trata del pueblo de Nuestra Señora de Loreto, con una revisión minuciosa encontramos el registro de bodas realizadas también en Batopilas, lugar en el que se encontraba otra de las misiones jesuitas.
El registro se hizo a dos columnas; en la primera se anotan los nombres principales, ya sea del bautizado, los contrayentes o el difunto. Cabe hacer notar que sólo se escribió el “nombre de pila” sin apellidos. En la segunda columna se lee el evento de que se trata y tras cada evento consignado aparece el nombre y firma del sacerdote, que en el caso de los jesuitas, se asocia con el monograma «ihs».
El último registro hecho por el jesuita Manuel Clever está fechado el once de agosto de 1767, año de la expulsión de los religiosos de la Compañía de Jesús de los reinos de España; poco más de un mes después, el 25 de septiembre del mismo año, retomó el registro el franciscano Fray Mateo Joaquín Amador.
Este tipo de documentos pueden considerarse de algún modo como los primeros censos poblacionales. El estudio de registros sacramentales nos permite conocer más sobre el establecimiento de las comunidades y el crecimiento o disminución de las mismas, su desarrollo, prosperidad o decadencia, y los asuntos relacionados con los progresos de la evangelización.