Archivo Histórico de la Provincia de Carmelitas Descalzos de México
La imagen del Cristo crucificado llamado de las «siete suertes» fue regalo de una religiosa llamada María de Jesús, del convento de san Bernardo de la ciudad de México, llevada al Desierto de Santa Fe, o de Nuestra Señora del Carmen poco después de 1715. Permaneció en ese lugar hasta la construcción y traslado al nuevo Desierto de N. S. del Carmen en Tenancingo, Estado de México, convento inaugurado en 1801. Ahí permanece desde entonces. Damos pormenores de la imagen gracias a la relación de la donadora.
Relación
Esta santa imagen era de mis abuelos por parte de mi madre quien era de Puebla; mi abuelo se llamaba Matías de Almazán y mi abuela fue doña Blasa de Agurto; estos tuvieron cuatro hijas y dos hijos sacerdotes, que el uno se llamó don Juan de Almazán, a quien dieron mis abuelos esta santa imagen porque eran muy devotos del señor don Juan de Palafox,[1] quien le había concedido indulgencias; en fin, tenían mucha devoción.
Estando en la Puebla cayó un rayo donde estaba el Santo Cristo y este mi tío [Juan], quien era muy pequeño, pasó el rayo por medio del Santo Cristo y el Niño, sin ofender al Niño, y solo le chamuscó la ropa y él decía, «milagro del santo Cristo».
En fin, muchos son los casos que un tío mío me contaba, quien era hermano de este a quien dieron el Santo Cristo mis abuelos, quien se llamaba don Francisco de Almazán y fue paje del señor obispo Santa Cruz[2] y después padre de la Compañía y últimamente clérigo.
Murió mi abuelo [Matías] y quedó el Santo Cristo a mi tío don Juan de Almazán, quien fue beneficiado. Yo no estaba en mi casa porque de edad de siete años me sacó de ella mi padre espiritual que fue el doctor don Juan de Pedrosa, y [esto lo] sabe mi padre, fray Matías.[3] Esto escribo porque es fuerza saber el modo con que el Señor [la imagen del Cristo] vino conmigo. En fin, dicho mi padre don Juan de Pedrosa me quería mucho, porque era yo su hija espiritual; me puso María del Costado de Cristo, que así me llamaba en el mundo y en el convento [de las Concepcionistas] me pusieron María de Jesús por una señora que fue de las primeras del convento.[4]

El Santo Cristo vino conmigo por milagro, el caso es el que diré con toda verdad, con la gracia de Dios como si me confesara. Dicho mi tío el beneficiado [Juan] se puso a jugar a los naipes con el alcalde mayor de aquel partido que no sé cuál era; ya no tenía que jugar y dijo: ahí está mi Cristo. El día que esto sucedió, me contaba su hermano [Francisco], que llovió ceniza en México; que a mi tío le sucedieron muchos trabajos, que un mozo que amaba mucho se le cayó muerto, que él enfermó de una mano y decía: «mis pecados merecen esto». En fin, el alcalde mayor se quedó con el Santo Cristo; mi tío [Juan] murió. El alcalde mayor no sabía que yo era sobrina del beneficiado. Tuvo un trabajo [dificultad], le dijeron que solo por mano del doctor don Juan de Pedrosa podría salir bien del negocio, que era [cercano] con el señor arzobispo de México don Francisco de Aguiar y Seijas [1632-1698], quien estimaba mucho a dicho don Juan de Pedrosa, mi padre [espiritual]. Hizo la súplica el alcalde mayor diciéndole que daría un Santo Cristo para su hija María del Costado, que era una imagen milagrosa. Mi padre se enojó mucho diciendo que no hacía las cosas porque le dieran, sino por caridad, que no había de recibir más que un «Dios te lo pague», que amara mucho al Santo Cristo y que no le ofendiera con los pecados; pasó tiempo.
Yo tomé el hábito con mucho gusto, solo por la obediencia de dicho señor doctor mi padre [espiritual]. Estuve con grandes tentaciones para irme, fuimos doce novicias y otra y yo estábamos determinadas de salir como de facto se fue la otra, yo no, porque me llamó la madre vicaria de casa que sacudiera un Santo Cristo que era de la Madre María de Jesús, la que decían se parecía a mí y por eso me pusieron María de Jesús. Decían que este Señor había convertido a esta religiosa porque estando divertida [disipada] se había reducido a ser verdadera esposa suya y miraba yo a este Señor con mucha devoción; a mí me mudó el corazón; la que se fue murió luego.
Siendo yo novicia de seis meses vino la mujer del alcalde mayor y pidió que me llamaran, que su marido había muerto y que había encargado mucho que aquel Santo Cristo me lo entregara. Ni el doctor don juan de Pedrosa sabía que el Santo Cristo fue de mi tío, ni yo, hasta que su hermano, don Francisco de Almazán salió de la Compañía, porque cuando murió su hermano estaba en Campeche de Padre de la Compañía y así que salió inquirió [sobre] las cosas de su hermano solicitando la imagen de Cristo. Un cuñado del alcalde mayor le dijo que una religiosa de San Bernardo la tenía, porque se la había dejado el alcalde mayor. Mi tío [Francisco] hizo mil diligencias, vino al convento y me llamó y dijo que daría por él lo que pidiera, porque era de sus padres. Yo me reí mucho y dije: Tío de mi alma, el Señor está conmigo, pero no lo daré por cuanto hay en el mundo. Entonces me refirió todo lo que llevo escrito, luego fue con el padre José Vidal de la Compañía de Jesús, a quien yo obedecía como a mi padre espiritual, a ver si por su mano podía conseguir que yo le diera el Santo Cristo, pero no pudo, porque habiéndomelo mandado dicho padre José Vidal, el Señor se hizo tan pesado, que no se pudo quitar del lugar donde estaba. Viendo esto dicho padre [Vidal] dijo que ya para obedecer, bastaba que las dos religiosas que conmigo estaban le habían dicho que el Señor no se había podido mover de la pared, ni había fuerzas para quitarlo. Mi tío [Francisco], viendo esto me dijo: El Señor es muy milagroso. Yo le quería para una iglesia de la Compañía, pero se haga la voluntad de Dios.
Vamos ahora diciendo algo de lo que se puede escribir. Digo que, estando yo muy olvidada de mis obligaciones, alcé los ojos y vi al Señor con los dos ojos de su santo rostro como vueltos y en el corazón me decía: Mis esposas y mis sacerdotes me tienen así. Yo caí como muerta y estuve tres días de tal modo, que decían los médicos que moría sin remedio; el entierro estuvo conchabado, porque por horas esperaban mi muerte, hízose junta de médicos y todos convenían en que moría, porque no sabían el principio de mi mal. Esto digo porque el Señor sea alabado.
Yo quería que, ya que no había sido religiosa [carmelita] de mi Madre Santa Teresa, fuera allá todo mi corazón que era el Santo Cristo y que fuera a uno de sus conventos. Era mi padre espiritual, mi padre fray Francisco de Jesús[5] en tiempo que era prior de México el Padre fray Juan Crisóstomo;[6] le dije que tenía este Santo Cristo que era todo mi amor, que yo quería que fuera a uno de los conventos del Carmen, me dijo su reverencia que lo dejara en mi celda hasta que yo muriera. Yo vine y eché en suertes para todos los conventos del Carmen y para el santo Desierto y siempre salió para el Desierto. Yo se lo escribí al dicho padre (por no hacer mi voluntad) cómo lo había echado en suertes y que el Señor había escogido el santo Desierto. Vino el dicho padre y me dijo como lo he de decir, que el Señor esté con ella hasta que muera, que yo diré que se lleve al santo Desierto. En este estado se quedó y se fue el dicho padre al santo Desierto. Yo volví con mi tema que llevaran al Señor y se lo escribí y respondióme como lo he de decir. Dicho padre me dejó y vino en su lugar el padre fray Pablo de Santa María,[7] me asistió año y medio, yo no le dije el caso del santo Cristo, que, si se lo dijera, quizás estuviera mucho antes el Señor en el santo Desierto, pero lo que yo veo es que no había llegado la hora de Dios. Vino mi padre provincial fray Matías de San Juan Bautista[8] siendo prior de México a confesarme [1711-1713], le referí las cosas del Santo Cristo, pero no le dije que lo quería enviar al santo Desierto, sino que le expresé algunos de sus grandes prodigios, porque debo a este Señor mucho y tengo gran fe con Su Majestad, pues cuanto le pido, por las tres horas que estuvo en la cruz, me concede como lo he visto en algunas necesidades de las almas y por un religioso que padecía un trabajo de espíritu le pedí a este Señor me diera otro trabajo porque este religioso quedara libre de esta pena, me ha dicho que por la gracia de Dios está otro.
Sólo parece que aguardaba esto para irse a su santa casa del Desierto, porque no es ponderable el deseo que yo tenía para que mi padre provincial viniera de la visita para que llevara la santa imagen por los muchos casos que sucedían en que veía yo que ya el Señor quería irse a regalar con los ermitaños.
Estando las cosas en este estado, bajé a comulgar y le dije: Señor mío, yo sólo creo en los artículos de nuestra santa fe y nuestra santa madre Iglesia, pero tu imagen veo que se quiere ir y hoy en todo caso, porque veo que así lo dispone el Señor. El Señor no me dejaba sosegar con la ida al santo Desierto, el para qué, Su Majestad lo sabe y el no haber ido en tiempo de ocho años que ha se echaron las suertes referidas, yo no sé lo que ha sido, ahora sólo sé que el Señor ha querido ser carmelita y como mi padre San Juan de la Cruz [quien] amó tanto a Cristo Crucificado ha querido que vaya este Señor con sus hijos.
También ha dado salud este Señor a muchos enfermos, mi tío [Francisco] me dijo que el día del Señor San José [19 de marzo], cuando hubo un gran temblor de tierra en México, sudó este Señor y que lo vio uno que estaba en pecado y al otro día hizo una confesión y a los veinte días murió, diciendo que por aquel Santo Cristo que había visto sudar había salido de grandes pecados.
Otra alma le vio sudar sangre y este día cayó un rayo en el coro de este convento, en el lugar de las preladas, día de San Pedro Apóstol [29 de junio] y a nadie hizo daño. Sólo digo, mi padre, que las maravillas de este Señor son muchas y para el santo Desierto hizo muchas cosas, hasta descender de la Santa Cruz tres veces y esto con la circunstancia de que nunca se pudo mover del lugar donde estaba desde el día que me trajeron a Su Majestad, pues no sólo la vez que el padre Vidal de la Compañía lo pidió, hice la diligencia de mudar a Su Majestad a otro lugar de la celda y no se pudo, que una moza que yo tenía se admiró. Ha que está Su Majestad conmigo 23 años y entonces tenía yo seis meses de novicia.[9]
Carta que escribió la dicha madre María de Jesús al padre prior de este santo Desierto fray Martín de la Madre de Dios,[10] diciendo cómo fueron las tres descendidas que hizo el Señor, porque deseaba dicho padre prior saber con más claridad, pero la dicha madre declara con la timidez que acostumbra [escribir] con licencia de su confesor.
Dice, pues así: Mándame mi padre que escriba esto que son las tres veces que descendió de la Santa Cruz, diré algo, pero todas las circunstancias no puedo, sólo de lo que tengo licencia diré, mi padre, tiempo habrá para que vuestra reverencia sepa todo lo que desea si fuere voluntad de Dios. Digo el modo como el Señor descendió, fue como que de la pared lo quitaran, si llegara la mano de alguna persona, estando como estaba Su Majestad muy alto. Yo quedé muy espantada porque el caso no había sucedido jamás en todo el tiempo que el Señor había estado en el dicho lugar, esto sucedió a 28 de diciembre del año pasado de 1715.[11] Así que yo vi este caso, me dio en el corazón que ya había llegado el tiempo de que Su Majestad quería ir al santo Desierto. Su Majestad no volvió a su lugar, sino que le dejé allí, porque como vi que habiéndolo puesto dos veces, no quería estar y que a la tercera fue la quebrada del brazo (que fue cuando digo que llamé otra moza que bajara al Señor, porque estaba como en el aire) y parece que en mi corazón me hablaba otra persona con una fuerza muy grande y me decía: «Ya es tiempo que yo me vaya al Desierto», y digo con toda verdad que soy un alma muy incrédula que sólo los misterios de nuestra santa fe creo.
No digo que me dé vuestra reverencia crédito, porque solo lo escribo por obediencia. Yo estaba llena de mil dudas y digo con toda verdad con una gran fuerza y sin palabras, sino como dentro de mi alma me hablara otra persona, parece que me decía: El Señor es poderoso, pues ¿qué quiere decir cristiano? Hombre que tiene la fe de Jesucristo. ¿No tienes fe en que el Señor hace milagros por su santa virtud en los santos de su iglesia? Pues si quiere hacer esto, ten fe. Hasta aquí puedo decir y sólo añado que ni por mí ha sido ni por el gran amor que tengo a los hijos de mi padre San Juan de la Cruz, sólo ha sido misericordia de Dios que yo discurriese el tiempo en que había llegado el día de hacerse la voluntad del Señor en ir al Santo Desierto. Su Majestad dé luz para todo y para que amemos y no ofendamos. Yo aguardaba a nuestro padre provincial y vuelvo a decir que el día que llevaron a Su Majestad fue de nuevo la fuerza, que el padre fray José de San Gabriel[12] sabe la eficacia con que le envié el Santo Cristo, porque en los efectos veía yo que ya el Señor estaba de partida, cosas que en tantos años no habían sucedido. En fin, el día de año nuevo de este presente año de 1716[13] fue por mayor como en todo el mes de enero y digo que la fe puede mucho y estoy por decir que si no hubiera enviado a Su Majestad, quizás me hubiera muerto para que lo llevaran.
No puedo dejar de escribir otro caso que me sucedió, hará cuatro meses que sabiendo una religiosa el grande amor que tengo yo a este Señor Crucificado, me llamó y me dijo: Yo estoy muy mala, que el médico me manda sacramentar, yo me hallo con un gran cuidado de alma, pues a más de diez años que por vergüenza no he podido confesar un pecado y te pido que por amor de Dios le pidas a tu Santo Cristo por mí, que será una grande pena que yo vaya al infierno. Yo vine luego con mi Señor y le dije: Tú estás por los pecadores en esta Santa Cruz, en esta pobre alma ha de lucir tu sangre, que no se ha de perder.
Entró el confesor y estuvo confesando mucho tiempo la tal alma y luego que se fue el confesor me llamó y me dijo: El Señor te lo pague, que yo me confesé muy bien de toda mi mala vida y estoy cierta que las oraciones que se han hecho a tu Santo Cristo han sido, porque estoy muy gustosa con la confesión que hice. Pide al Señor que yo me muera para que no le vuelva a ofender más y a los tres días murió con una muerte tan buena, que dicen que no se han visto muchos años de las buenas disposiciones que tuvo esta alma. Yo estoy en que el Señor en todos los lugares puede hacer de sus santas misericordias, pero estoy en que aguardaba el Señor esto para irse, pues habiendo ocho años[14] que salió en suertes para el santo Desierto no había llegado la hora de llevar a Su Majestad. Digo que las veces que salió en suertes fueron siete y todas para ese santo Desierto. El por qué, el Señor lo sabe.
Hasta aquí la relación en la cual se conoce lo mucho que Su Majestad Santísima ama este santo Desierto y lo agradables que le son las oraciones y los sacrificios que en él se le ofrecen, pues usa de tan singulares providencias en socorro y ayuda suya, para alentar el fervor y devoción de sus ermitaños en la puntual observancia con que quiere ser servido en este santo sitio. Y cierto, ha sido esta santísima imagen uno de los más fuertes y suaves medios que Su Majestad pudo haber escogido para el intento, pues es tal la devoción, que todos los religiosos tienen a esta soberana imagen y tanto el consuelo que sienten en sus almas en su presencia, que no aciertan a apartarse de ella de día ni de noche; por el tierno amor que su Majestad infunde por medio del Majestuoso respeto y extremada hermosura que le ha comunicado a los que de veras le sirven. Quiera el Señor por su infinita misericordia continuar favoreciendo al santo Desierto y a los moradores de él, para que agradecidos a tantos favores correspondan fervorosos con el puntual cumplimiento de sus obligaciones en la religiosa observancia de las leyes de la vida eremítica, hasta conseguir gozar el fruto de su sangre santísima viéndole en la gloria.
Consta[15] de otra relación y carta de la misma Madre María de Jesús (trasladadas en el otro libro o prontuario, después de la relación antecedente) que la referida soberana imagen del Santo Cristo de las [Siete] Suertes, que se venera en el coro-camarín de este santo Desierto fue del ilustrísimo, excelentísimo señor don Juan de Palafox y Mendoza, como allí se puede ver, con otras cosas pertenecientes a su Divina Majestad, dignísimas de saberse para que crezca continuamente en los religiosos el agradecimiento y alabanzas y se extienda por todas partes una fervorosa devoción a Señor tan patentemente prodigioso.
Apoyos
Tomado de Dionisio Victoria Moreno, El santo Desierto de los Carmelitas de la Provincia de san Alberto de México. Santa fe 1605, Tenancingo 1801. Historia documental e iconográfica, revisión paleográfica introducción y notas de Dionisio Victoria Moreno y Manuel Arredondo Herrera, México, 1978, Biblioteca Enciclopédica del Estado de México LXVI pp. 102-108 (el documento original se encuentra en el Archivo del Estado de México, de donde tomó Dionisio Victoria estos datos).
[1] Algunos llegaron a pensar que la imagen había pertenecido al obispo Palafox y Mendoza.
[2] Manuel Fernández de Santa Cruz y Sahagún (Palencia, España, 18 de enero de 1637 – Puebla, 1 de febrero de 1699) fue obispo de Guadalajara y de Puebla con importantes obras religiosas y materiales en esta última.
[3] El P. Matías de S. Juan Bautista, C. D. había sido su confesor n. en Huejotzingo, se apellidaba Miranda Villaysan, prior del Carmen de México en 1711-1713, Provincial en 1714-1717.
[4] Fue monja del convento de san Bernardo de Ciudad de México y ahí la iban a confesar los Carmelitas de Ciudad de México.
[5] Parece que se trata de uno Natural de Anguiano en la Rioja que murió en Toluca el 6 de junio 1716 a los 61 años y 39 de hábito (Toluca I, pp. 50-51).
[6] Se llamaba Juan Barragán Morales, nacido en Gibraltar. Fue superior de México varios trienios (1687-1689; 1693 seis meses; 1708-1710). Provincial en 1700. Murió en México en 1714.
[7] Se llamaba Pablo de Albenda, natural de México. Tomó el hábito en 1679, superior de Celaya en 1693; prior de Salvatierra en 1705-1706. Prior de Toluca en 28-10-1712.
[8] El P. Matías de S. Juan Bautista fue Provincial de los Carmelitas de México, en los años 1714-1715. Cuando él era Provincial se escribió esta relación.
[9] Esta primera relación no está fechada. Se hizo cuando el P. Matías de San Juan Bautista era Provincial. Según estos datos la imagen del Cristo llegó a manos de la religiosa en 1690.
[10] El P. Martín de la Madre de Dios, fue Prior del Desierto los años de 1713 a 1720.
[11] Por aquí podemos saber el año en que el Cristo se llevó al Desierto, 1716.
[12] Se llamaba José Maquinain, nacido en Barasbain, Navarra. Tomo el hábito en 1696. Superior del Desierto de 1708-1709, luego Prior de 1723-1726. Murió en México en 1757, a los 79 años y 60 de hábito.
[13] Parece ser que fue precisamente este año de 1716, cuando se llevó el Sto. Cristo al convento. Era Prior el P. Martín de la Madre de Dios. El P. Fr. José de San Gabriel que se mencionó más arriba, debió de ser solamente conventual del Desierto, cuando se regaló el Cristo.
[14] Parece que las «suertes» o rifa la hizo en 1708.
[15] Esto lo escribe una mano distinta.