Alfonso Miranda Márquez
Museo Soumaya.Fundación Carlos Slim
«Then shall the Frenchmen Calais win. When iron and lead like cork shall swim.»
[Sólo entonces ganarán Calais los franceses. Cuando el hierro y el plomo floten como el corcho.]
Inscripción en una de las puertas del Parlamento inglés, Londres, Gran Bretaña.
El conflicto por el dominio territorial entre Francia e Inglaterra prolongado de 1337 a 1453, encuentra antecedente en la Batalla de Hastings (1066): la avanzada del duque Guillermo de Normandía sobre Inglaterra y la derrota del último rey anglosajón, Haroldo II. Los reyes franceses consideraban a los normandos como sus vasallos y no vieron con buenos ojos su ascenso a la corona inglesa. En el siglo xii los normandos fueron reemplazados en el trono inglés por los duques d’Anjou, ricos propietarios de condados en el sur y suroeste de Francia.
Como el rey Enrique II de Inglaterra era más poderoso territorialmente que el monarca francés, Felipe Augusto apoyó la sublevación de Ricardo Corazón de León, hijo de Enrique II, para debilitar en 1189 a la monarquía inglesa. De esta manera para 1259, el rey Enrique III de Inglaterra al firmar el Tratado de París, renunciaba a todas las posesiones francesas de sus ancestros normandos, aunque Inglaterra conservaría los ducados de Gascuña y Aquitania (desde el Loira hasta los Pirineos).
Aquitania fue herencia de la reina Leonor, fundadora con su marido Enrique II del Imperio Angevino (el cual abarcaba los territorios de Anjou, Maine y Normandía, además de Inglaterra y Gales). Precisamente, Eduardo I de Inglaterra, hijo de Enrique II, iniciaría hostilidades contra Francia para así recuperar los territorios cedidos.
Ante el acenso de Eduardo III de la casa Plantagenet cuando aún era niño, se argumentó que al ser su madre Isabel de Francia, podía reclamar el trono galo, empero debido a la Ley Sálica, éste le fue negado.
En respuesta, con Felipe VI de Valois a la cabeza de Francia, se decretó que Inglaterra pagaría homenaje por sus posesiones continentales. Las tensiones entre las dos coronas se agravaron y Eduardo III apoyaría la sublevación de Roberto de Artois contra el rey francés. En consecuencia, Felipe VI invadió la posesión inglesa de Gascuña.
Para 1339 los franceses fueron derrotados en la Batalla naval de Sluys. Y siete años más tarde, 15 000 hombres desembarcaron en Normandía. Las tropas de Enrique saquearon Caen, y marcharon sobre Francia septentrional y el 26 de agosto de 1376 derrotaron a Felipe VI en Crécy. Así comenzó el sitio del puerto de Calais que sería liberado un año más tarde y que fue símbolo de la Guerra de los Cien Años y bastión de heroísmo galo.
Las batallas continuaron con avasallantes victorias inglesas. El hijo de Felipe VI, Juan II, fue hecho prisionero y los franceses se vieron obligados a firmar el Tratado de Brétigny (1360), que cedía todas sus posesiones originales salvo Normandía. En 1356 su hijo, Eduardo de Woodstock, el Príncipe negro, derrotó a Juan II de Francia.
Hacia el final del reinado de Eduardo, sobrevino una inestabilidad política y con la peste bubónica, la muerte de sus mejores hombres. En 1375, debido al Tratado de Brujas, los ingleses sólo conservaron Calais, Burdeos y Bayona. El monarca inglés falleció de un derrame cerebral el 21 de junio de 1377 en Sheen.
El gobierno de Carlos VII de Francia hizo retroceder al enemigo y reconquistó, paso a paso, todas las posesiones inglesas en tierra gala. En 1450 recuperaron Normandía y tres años más tarde, Aquitania. Calais continuó bajo dominio inglés.
Una vez desaparecidos los motivos del conflicto, la guerra terminó silenciosamente. Ni siquiera se firmó un tratado que certificara la paz añorada pero nunca alcanzada durante más de un siglo.
El final definitivo del dominio inglés sobre Calais llegó el 7 de enero de 1558 cuando los franceses, capitaneados por Francisco de Guisa, tomaron ventaja ante una guarnición debilitada y se hicieron de la ciudad.
La región que rodeaba Calais, llamada el Calaisis, fue rebautizada como Pays Reconquis [País reconquistado]. Ante esta noticia, María I de Inglaterra declaró: Cuando muera, en mi corazón llevaré escrito Calais.
Los burgueses de Calais
Si bien los borbones se dedicaron a exaltar el heroísmo patriótico, el episodio de un grupo de ciudadanos que estuvieron dispuestos a dar su vida por salvar a la ciudad se nutrió a lo largo del tiempo hasta configurar la historia de seis burgueses que son por antonomasia la resistencia, el valor, la dignidad y la unión nacional frente al enemigo invasor.
En pleno Romanticismo, con la exacerbación de los ideales medievales y ante el predominio de los sentimientos frente a la razón ilustrada, la Sociedad de Agricultura, Comercio, Ciencias y Artes de Calais buscó realizar un monumento para conmemorar el sitio que sufrió el puerto de 1376 a 1377. El Presidente Ernest Lebeau tenía en mente un monumento a «la última protesta», un personaje de pie, cubierto por una túnica, que extiende su mano para entregar las llaves de la ciudad.
Vinieron entonces varios proyectos de los más notables artistas: David d’Angers (1845), Louis Rochet (1849), Pierre-Alfred Robinet (1864) y Jean Baptiste Clesinger (1868).
Ninguno convenció al jurado o rebasaban los límites presupuestarios. En 1884, Calais emprendió un proyecto de renovación urbana, que seguía las grandes transformaciones que el barón Haussmann había realizado en París y ante todo la configuración de un nuevo rostro tras la derrota de la Guerra Franco-prusiana. El alcalde Omer Dewavrin anhelaba concretar el monumento que identificara a la ciudad y resarciera el pundonor herido. Con el voto ciudadano, lanzó una convocatoria nacional respaldada por 10 mil francos. La suma se modificó y alcanzó los 15 mil para el escultor y una cantidad igual para el fundidor.
En el comité de selección se encontraban el artista oriundo de Calais, Alphonse Prosper Isaac. El editor Léon Gauchez se acercó a Auguste Rodin para que emprendiera el proyecto de un monumento para Eustache de Saint Pierre, el nombre más reconocible de aquellos seis célebres burgueses. El escultor, sin la firma del convenio, comenzó a trabajar.
En octubre de 1884 Dewavrin enfatizó que la obra debía exaltar cómo el rey Felipe de Francia no pudo rescatar al pueblo de Calais y cómo Eduardo, rey de Inglaterra lo tomó.
El 19 de noviembre Rodin presentó una contrapropuesta. Realizaría una lenta procesión hacia la muerte. Seis figuras por el precio acordado. Mostró sus ideas con un vehemente lenguaje alegórico sin describir claramente la escena. Imaginaba la concepción heroica del sacrificio. Los seis, sin distinción jerárquica, se elevaban sobre un pedestal triunfalista. Vestidos únicamente con las túnicas del glorioso martirio, declaró Rodin. Patriotismo. Abnegación. Virtud.
Para el 21 de enero de 1885 el proyecto fue encomendado a Rodin. En una misiva al escultor fechada el 13 de enero, Derwarin sostiene que si no lo aceptan, no es por su responsabilidad. Calais aceptaría el pago de los 15 mil francos y el 31 de enero las tensiones con el maestro continuaron pues se subrayó que el molde y la fundición deberían ser supervisados y aprobados por la alcaldía.
El maestro terminó la segunda maqueta en julio de 1885. Ya era tarde para presentarla en el Salón de París. Sin embargo, en Calais las críticas no tardaron en pronunciarse. No estaban dispuestos a aceptar en la figura de Eustache el gesto de resignación y el orgullo del autosacrificio. Alegaban que la base debía de ser un talud. El 19 de agosto el escultor declaró en el periódico de Calais Le Patriote: Soy un gran admirador de lo sublime de la era gótica, por ello me rehuso a la pirámide que inmoviliza. Asimismo, Rodin recordó el óleo de 1622, Los síndicos del gremio de pañeros: Rembrandt ha ido de lo complicado a lo simple, del detalle a la totalidad. Yo también he tratado de extender mi arte y
esto es lo que las personas no han querido entender.
La versificación moderna rodiniana se acompañó de lecturas históricas sobre el sitio en distintas fuentes y archivos. Once meses en los que nada ni nadie pudo entrar o salir de la ciudad. Devino la rendición gala y con ella, la humillación. A cambio de liberar Calais, Eduardo III urgía el sometimiento de los ciudadanos notables. Vestidos con telas de costales y cuerdas atadas a sus cabezas, debían entregar las llaves del puerto. Uno a uno iban al cadalso y Rodin rescató su nombre del olvido: Eustache de Saint Pierre, Pierre de Wissant, Jacques de Wissant, Jean d’Aire, Jean de Finnes y Andrieu d’Andres.
Al enterarse del acto, la reina Philippe de Hainaut [en español Felipa de Henao], intercedió ante el monarca y logró el indulto. Sin saber el desenlace, los burgueses resolvieron ir a muerte segura. Su determinación fue indubitable.
Rodin emprendió, luego de la Guerra Franco-prusiana, una larga investigación visual del drama en obras como la acompañante de la tumba de Jean de Berry en la santa capilla de Bourges, de mediados del siglo xv; el santo sepulcro de Germain Pilon, y el conjunto escultórico de Enrique II y Catalina de Medici.
Buscó claramente diferenciar a los personajes. Primero trabajó los cuerpos desnudos y después las cabezas. Decía el maestro que al vestirlos perdían fuerza pero ganaban monumentalidad.
Para 1886 la precaria situación financiera de Calais y la quiebra del Banco Sagot, institución financiera en donde se había depositado el respaldo económico de la obra, detuvo el proyecto. Lejos de interrumpir el trabajo de Rodin, el hecho le confirió libertad creadora. Luego de presentar tres de sus burgueses por separado en mayo de 1887 en la Galería Georges Petit, el maestro abandonó del proyecto. Por intervención de Claude Monet, retomó labores en enero 1888 y para diciembre, todos los burgueses estaban trabajados. El grupo completo se dio a conocer en 1889 también en la Galería de Petit en la exposición Rodin-Monet.
El taller Leblanc-Bardedienne se encargó de la fundición por 12 mil francos, y en 1892 Dewavrin aceptó la obra, aunque los retrasos administrativos dilatarían el proyecto hasta el 20 de diciembre de 1893.
La primera propuesta de inauguración fue el 25 de junio de 1894 en la calle Saint Jacques. No obstante, once años después de que Rodin mostrara sus maquetas, finalmente, el 3 de junio de 1895 en la Plaza Richelieu, hoy bulevar Clemenceau, la Sociedad Nacional de Bellas Artes desveló el monumento con figuras de casi dos metros montadas en una sola base de muy poca altura, casi a ras de piso. La crítica se dividió ante la fealdad de los burgueses. Rostros trémulos y angustia contenida fueron los derroteros rodinianos para exaltar el pasaje histórico de liberación. El maestro apuntó: Nunca titubeé en hacerlos lo más delgados y débiles posible. Ellos todavía se cuestionan si tienen fuerza para asumir el sacrificio supremo.
El escritor y crítico Octave Mirbeau publicó: El monumento del señor Rodin no es otra cosa que una ejecución milagrosa, es el preciso momento del heroísmo aceptado unánimemente por los seis burgueses, pero experimentado de forma diferente de acuerdo con las diferencias entre los personajes que actúan este drama.
Rodin evitó los estereotipos de la escultura académica y creó un monumento que muestra al verdadero héroe; el que duda, que pulsa el miedo y tiene la fuerza de levantarse y continuar…
Así el maestro escribió: El arte hay que entenderlo, o de menos intentar entenderlo. No hay que definirlo, no es necesario, ni hay que censurarlo, obstruirlo o detenerlo. Es como detener el paso de la evolución. No tiene sentido. Toda civilización partió de una manifestación artística y es el reflejo de cada eslabón del tiempo. Nos hace infinitos sin hacernos eternos. Es una enfermedad pero también es la cura. Es un arma de construcción masiva que no necesita contenerse. Y no hay que avergonzarse por lo que nos enseña, porque solamente desnudos volvemos a nuestra verdadera esencia