Es imposible pensar en el trabajo de investigación en ciencias sociales sin considerar el importante papel que poseen las bibliotecas y los archivos, tanto públicos como privados. Precisamente a lo largo de mi formación académica, he tenido la oportunidad de ser usuaria de algunos de los principales acervos bibliográficos y archivísticos de la Ciudad de México, así como de otras entidades entre las que destacan Veracruz y Tamaulipas.
Desde el inicio de mis estudios en sociología en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, comprendí la enorme valía de las bibliotecas públicas. Recuerdo con nostalgia que los profesores de la carrera nos proporcionaban el programa de sus respectivas materias para, acto seguido, emprender la búsqueda. En primer lugar acudíamos a la biblioteca de la universidad pero no todos los materiales bibliográficos requeridos estaban depositados en la misma. Ante esta situación, los estudiantes de la carrera sabíamos perfectamente que el plan b era acudir a la Biblioteca Central de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Ahora con el gran impulso de las nuevas tecnologías de la información, en especial el internet, los estudiantes e investigadores de todas las disciplinas científicas tenemos la posibilidad de hacernos de información de gran relevancia de todas las latitudes del planeta. Sin embargo, ello en absoluto significa que las bibliotecas y archivos históricos estén siendo relegados de la investigación científica.
Precisamente en la Ciudad de México tenemos el privilegio de contar con un gran número de bibliotecas y archivos históricos. Para los investigadores, dichos espacios son centrales en el desarrollo de las ciencias. De hecho no es posible entender el acceso a los conocimientos y la cultura en nuestra sociedad sin las bibliotecas y archivos. En este sentido, mención especial merece la Biblioteca Iberoamericana de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Dicha biblioteca es una de las más prestigiosas de México en materia de ciencias sociales y es un ejemplo de la incorporación exitosa de las nuevas tecnologías en la organización de los recursos bibliográficos. La Biblioteca Iberoamericana, desde su fundación, cuenta con un impresionante acervo de libros, hemerografía y videos, tanto en formato digital como físico. Además en ella se encuentran depositados tres fondos especiales que versan en torno a temas económicos, políticos, sociales y demográficos. Tuve la oportunidad de ingresar a la FLACSO y conocer la imprescindible labor llevada a cabo en su biblioteca donde la calidez, profesionalismo y la eficiencia son sellos característicos. Vale la pena aprovechar para extender una cordial invitación a los estudiosos e interesados en las ciencias sociales para visitar la Biblioteca Iberoamericana donde, además, se cuenta con un acervo de bases de datos que albergan las principales revistas científicas tanto de América Latina como del mundo.
En conclusión, las bibliotecas y los archivos son esos espacios neurálgicos para el quehacer y la difusión científica y cultural. Quienes nos dedicamos a la docencia tenemos la obligación de promover en las nuevas generaciones el uso de las bibliotecas y archivos para que, con ello, parafraseando el título del libro de los especialistas en metodología, Gregory G. Colomb, Wayne C. Booth y Joseph M. Williams, se conviertan en hábiles investigadores.
[1. Doctora en Ciencias Sociales con Mención en Sociología por la FLACSO-México. Miembro de los grupos de investigación Cuerpo Académico Multidisciplinario de Política y Sociedad y El estado de la Ciencia Política en América Latina, ambos de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. ]
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Coincido querida Dra. Dìaz